miércoles, 23 de marzo de 2022

BOTARGAS DE GUADALAJARA

 BOTARGAS DE GUADALAJARA

OTARGA LA LARGA, CARNAVAL EN GUADALAJARA




BOTARGA LA LARGA, CARNAVAL EN GUADALAJARA




Uno de los personajes centrales del carnaval en la provincia de Guadalajara es la figura de la botarga, que con ligeras variantes en cuanto a su función o vestimenta, aparece en algunas poblaciones y casi siempre en las festividades relacionadas con el carnaval. 






Sin lugar a dudas ésta es la figura más llamativa por su colorido, y por supuesto representativa del período carnavalesco de la provincia de Guadalajara. Una persona disfrazada con aspecto diabólico al que se da el artículo la, siendo en todos o casi todos los casos representación masculina, y concretándose sus orígenes en el siglo XVI. 

Sin embargo sus antecedentes son sin duda mucho más remotos y herederos de zarrones, zamarrones o cagarrones de otros puntos de la península. Aquí hacemos un recorrido a través de los enmascarados de Guadalajara. 

Tomás Gismera Velasco, autor de referencia en Guadalajara, historiador, periodista y etnógrafo, nos introduce en esta obra en el carnaval provincial.



ÍNDICE






I
Botarga la larga, carnaval en Guadalajara.
El Carnaval. Las Fiestas de invierno en la provincia de Guadalajara. Aspectos generales

II
San Antón, San Blas y La Candelaria
Los Santos del Frío

III
El entierro de la Sardina
El final de la fiesta

IV
Botargas y Enmascarados de Guadalajara

V
La ruta de los enmascarados de Guadalajara

VI
Más Máscaras, y un epílogo


Bibliografía básica


El libro

  • Editor: CreateSpace Independent Publishing Platform (8 de octubre de 2017)
  • Idioma: Español
  • ISBN-10: 1978035063
  • ISBN-13: 978-1978035065

TIEMPO DE CUERNOS, DIABLOS Y CENCERROS.
Son el complemento de nuestro carnaval provincial

 

   Las botargas, tan coloridas como saltarinas, diablunas y juguetonas son, sin duda, uno de los personajes más conocidos en los carnavales de muchos de nuestros pueblos, a pesar de que en este año, tan diabluno y desalentador en sus inicios, nos prive de algunas de sus chuscadas. Botargas que simbolizando en unas ocasiones el mal, el bien en otras, están asimiladas la mayoría de ellas a las fiestas de invierno; y son las que han dado seña de identidad a nuestra provincia especialmente en los últimos años en los que se han ido recuperando.


 

   Pero al margen de las demoniacas, danzarinas y bulliciosas botargas, el rico carnaval de la provincia se nutre de otras figuras. Carnaval, o figurantes en él, que a pesar de esa maldad que nos aflige, y que comienza, como el Carnaval, por la misma letra C, merece la pena recordar.

 

Los diablos de Luzón

   Tras 25 años de silencio, reapareció el grupo en los inicios de la década de 1990 como personajes afines al carnaval local. Sus figurantes son representaciones pastoriles que se encuadran dentro del más puro estilo costumbrista y carnavalesco pastoril de la provincia. La comparsa la forman un numeroso grupo de diablos, entre ocho y doce, e idéntico grupo de mascaritas. Los diablos, hombres, y las mascaritas, mujeres, aparecen por separado para unirse finalmente en una única formación.

   Unos y otros se atavían en lugares independientes y por supuesto aparentemente desconocidos para el resto del vecindario que los ha de descubrir cuando les delate el sonido de zumbas y cencerros que en atronadora marabunta acompaña a los diablos desde el cercano paraje en campo abierto del que proceden, conocido como "el gallinero del tío Carlos".


 LUZÓN, ENTRE EL DUCADO Y EL SEÑORÍO (Conoce aqui el libro)

   El grupo de diablos está integrado por jóvenes o mozos de la localidad, ataviados con largos sayones de color negro que cubren todo su cuerpo, embadurnándose la cara en aceite y hollín hasta parecer negra; colocándose sobre sus cabezas unas enormes cuernas de vaca, toro o buey, que les dan un aspecto tenebroso, al tiempo que enseñan en su boca una dentadura hecha de patata, atándose a la cintura ristras de cencerros y zumbas con las que completan su diablesco aspecto. Desde el paraje señalado, y a la carrera, hacen su entrada en la población, que no tarda en verse sacudida por el sonido que éstos producen en su carrera, recorriendo de ésta manera las calles del pueblo.

   Por otro lado han salido las mascaritas, mujeres que cubren sus rostros con telas finas o arpillera, y llevan vestidos blancos adornados de flores; mantones floreados y pañoleta a la cabeza, y a las que los diablos se emplean en acometer, como lo hacen con chiquillos y espectadores a los que tiznan de hollín.

   Desde la plaza Mayor, lugar de encuentro para ambos grupos, darán una vuelta más al pueblo para retornar a aquella, donde tiene lugar la posterior merienda de hermandad y fiesta consiguiente en la que los enmascarados descubren sus rostros.

 

Vaquillones de Carnaval de Villares de Jadraque

   Tras un buen número de años de interrupción, la reaparición definitiva de los vaquillones de Villares de Jadraque tuvo lugar en 1988.

   Cubren sus rostros con caretas de esparto o aspilleras, y la cabeza con un sombrero de paja, el cuerpo con cobertores rojos, semejantes a los utilizados antaño para las caballerías. Sobre los hombros portan las amugas, en cuya parte delantera sujetan los cuernos, y los cencerros en la trasera.

   Formaba también parte de las fiestas de mozos, ya que eran estos los encargados de dar vida a los festejos, reuniéndose en la casa del concejo donde tenían lugar sus meriendas y desde donde salían con el fin de hacer sus rondas musicales entre el domingo gordo y el de piñata, participando únicamente los jóvenes que estaban a punto de entrar en quintas, así como quienes ya lo habían hecho. Sin que, una vez disfrazados, hablasen entre ellos con el fin de no ser reconocidos.


 VILLARES DE JAFRAQUE Y SUS VAQUILLONES (aquí te presentamos el libro)

 

Botargas y Mascaritas de Almiruete

   Como en tantas otras localidades de la provincia, y tras un buen número de años de silencio, reapareció en 1985, había dejado de celebrarse en 1964; reunidos en la actualidad bajo la denominación de Cofradía de Botargas y Mascaritas de Almiruete.

   Las máscaras empleadas en cubrir sus rostros son mayoritariamente representaciones de animales: cabras, cerdos, jabalíes, etc. Tanto el número de botargas como el de mascaritas han ido aumentando con el paso de los años; en la actualidad son más de dos docenas en cada uno de los dos grupos.

   Los botargas, hombres, solían vestirse en lugar secreto, con atuendo propiamente de pastor, para llegar al pueblo por el paraje llamado de La Linde, tras anunciar su presencia con un insistente toque de cuerna, el mismo toque con el que antaño los pastores anunciaban su salida o llegada a las poblaciones. Visten las botargas trajes semejantes, de color blanco, gorro mitrado y floreado, la careta correspondiente y una ristra de cencerros a la cintura, con los clásicos atributos propios del pastor: abarcas, garrote, o polainas.

   La aparición de éstos, que es tenida como el despertar primaveral, es a primeras horas de la tarde, tras el toque de cuerna, descendiendo del cerrillo de San Sebastián en ordenada comparsa; gobernados por el alcalde de mozos, y guiados por el constante retumbar de sus cencerros para hacer su entrada en el pueblo y recorrerlo por dos veces, hasta encontrarse al cabo de éstas con las mascaritas, mujeres ataviadas igualmente con vestidos blancos orlados de flores y mantones floreados; cubriendo la cabeza con pañoleta y sombrero de paja; la cara se oculta tras una redecilla o arpillera.

   Se visten igualmente en un lugar aparentemente secreto y esperan a los botargas en la plaza para dar todos juntos una vuelta más al pueblo; para las mascaritas la única y para los botargas la tercera, recogiendo del lugar en el que previamente han sido depositadas, bolsas con tiznes y pelusas, que arrojan sobre el público a su entrada en la plaza.

  Tras esto, todos se desprenden de sus caretas colocándose los botargas un típico sombrero serrano de paño negro, para compartir con los vecinos una bota de vino que va pasando de mano en mano.

   En 1998 reapareció entre el grupo un nuevo personaje: el de la vaquilla, a semejanza del mismo figurante que encontraremos en otras localidades, y que aquí se emplea en acometer a botargas, mascaritas y espectadores, provocando las risas unas veces y el temor las demás. Junto a esta tampoco faltan el oso y su domador, o lo que es lo mismo, el mal y el bien; el domador es quien lo lleva atado por una cadena en lo que ha de ser una rememoración de los espectáculos medievales que recorrían los pueblos en siglos pasados.

   Al cabo de la tarde mascaritas y botargas solicitan entre los vecinos el somarro, antiguamente carnes de cerdo de la última matanza, que eran empleadas en hacer para los participantes una cena en lugar secreto, ya que de ser conocido les era habitualmente taponada la chimenea de la casa en la que se reunían a cenar, provocando su salida ante el humo que de esa manera llenaba el interior.

   Por lo general de año a año cambian las caretas, ya que, conforme se asegura en la cofradía, son pocos los que reaprovechan la del año anterior, que pasa en muchos casos a sus colecciones particulares, o al museo de la población.

 

ALMIRUETE. Entre el Ocejón y las Botargas. Un libro para conocer su ayer y su hoy (pulsando aquí)

 

   En tiempo pasado la comparsa estaba compuesta por los mozos del pueblo, que adquirían ese honor al cumplir determinada edad, entre los 16 y 17 años. En la actualidad no hay edad que impida la pertenencia a la hermandad, y el disfrute general de los actos.

   En 2006 abrió sus puertas el llamado “Museo de Botargas y Mascaritas de Almiruete”, levantado sobre el solar que ocupaba el antiguo Ayuntamiento, donde se recrean las máscaras del carnaval y puede hacerse un completo recorrido a través de imágenes antiguas y modernas, al igual que de trajes y personajes, sobre el significado de estas “Botargas y Mascaritas”.

   Tres formas distintas de sentir el color, y la tradición, en días en los que el carnaval provincial llama a nuestras puertas, antes de que las campanas toquen a silencio. Aunque su celebración, por salud general, tenga que ser virtual.

   A pesar de ello, no hay mayor y mejor deseo: que la pelusa de las botargas reparta suerte y salud. Sobre todo, y este más que ningún otro año, mucha salud.

 


Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 12 de febrero de 2021

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