domingo, 24 de abril de 2022

EL CRIMEN DE DON BENITO

 

EL CRIMEN DE DON BENITO. Cuando los caciques dominaban la tierra

   En Don Benito sucedió, en los primeros años del siglo XX, uno de los crímenes más atroces que contó la prensa de su tiempo.

   Fue uno de aquellos sucesos en los que intervinieron los caciques de la población, y de la provincia de Badajoz, y en el que llevó la peor parte una humilde familia, tan solo porque la muchacha de la historia era guapa y hermosa.
El libro
·  Tapa blanda: 120 páginas
·  Editor: Independently published  
·  Colección: Tinta Negra.Núm. 6
·  Idioma: Español
·  ISBN-13: 979-8666415603
·  ASIN: B08CWBFD47

   Lo sucedido…

-I-
Nadie ha visto como el crimen,
se hubo de cometer…

   A Pedro Cidoncha Ramírez, sereno que fue del pueblo de Don Benito (Badajoz), condenado poco menos que a pasar el resto de sus días en la cárcel, lo sacaron de la de Don Benito, en la que se encontraba la madrugada del 6 de abril de 1905, a eso de las cuatro de la mañana.
   La justicia, y las autoridades, locales, provinciales y de la prisión temían, muy justamente, que tras los incidentes que pudieran sucederse a lo largo de la jornada, Pedro Cidoncha Ramírez pudiera terminar linchado por el pueblo. La ira de los vecinos del municipio ya dio muestras de algunos altercados a lo largo de los últimos tres años. Quizá no faltos de razón. A pesar de que siempre se manifestaron, mayoritariamente, las gentes de Don Benito, de acuerdo con la ley y sus gentes. Conformes y expectantes a su criterio. Al de la justicia. Aunque tuviese que ser otra justicia, no la emitida por los jueces nombrados dentro del municipio por quienes, a su antojo en algunas ocasiones, lo gobernaban. Al antojo de los caciques.
   Pedro Cidoncha Ramírez, a quienes los muchachos de la prensa desplazados por aquellos días a Don Benito para conocer los entresijos de la población, y de aquel suceso que enturbió la vida del pueblo y lo hizo levantarse contra los “señoritos” que a su antojo disponían en algunas ocasiones de la vida, manos y haciendas de los humildes, lo definieron –decíamos- como personaje de pocos escrúpulos, y menos sentimientos. Capaz de vender el alma de un semejante, como hizo, con tal de… No se probó que recibiese dinero a cambio. Pero alguna compensación debía de haber en el asunto.
   A Pedro Cidoncha Ramírez lo sacaron de la cárcel de Don Benito a escondidas casi, a eso de las cuatro de la madrugada… custodiado por un Cabo y tres Guardias civiles con el objeto de tomar el tren rápido en la estación de Medellín. Sin duda se temió que de conducirlo más tarde, ocurriera algún suceso desagradable, pues el pueblo no olvida que si la desafortunada doña Catalina Barragán abrió la puerta de su casa la noche del crimen fue debido a la confianza que le inspiraba el Cidoncha por ser, como sereno, agente de la autoridad…
   Claro está que Pedro Cidoncha Ramírez negó aquello; que la noche de autos llamase a la puerta de doña Catalina, e incluso que la conociese. A pesar de ser sereno de la calle en la que se encontraba la casa de doña Catalina, y de llevar de sereno, en la población de Don Benito, tantos años que poco menos perdió la cuenta.
   Se libró de la muerte rápida, o lenta, en el cadalso que la víspera se levantó en el patio central de la cárcel. A cambio de ello pasó a penar sus culpas en el presidio de San Miguel de los Reyes, después de tomar el tren en Medellín, continuar hacía Madrid y desde aquí a Valencia.
   Cuando ya todo estaba prácticamente olvidado, o si no olvidado al menos dejado a un lado, la noticia de su muerte ocupó un angulito en los principales periódicos que se hicieron eco de aquel crimen singular que ensangrentó y levantó al pueblo de Don Benito:
   En el penal de San Miguel ha fallecido el recluso Pedro Cidoncha Ramírez, que cumplía condena como cómplice en el crimen de Don Benito…
   La noticia saltó el 21 de noviembre de 1921. Por lo que pasó en aquella prisión algo más de dieciséis años, de los cerca de cincuenta a los que la justicia lo condenó. Debía de tener, cuando le llegó su hora, alrededor de sesenta años de edad.


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