JADRAQUE:
MEMORIAS TORERAS
De
Cúchares a Método, pasando por don Antolín.
Sólo Dios sabe, quizá también lo supo José Antonio Ochaíta quien también
en torería fue maestro, de dónde y cuando llegó la afición taurina a la villa
de Jadraque.
Juan Luis Francos, amigo personal y entusiasmado del mundillo de los
toros, que dio a la luz tres obras de referencia en torno a la tauromaquia, de
vivir, que marchó de este mundo demasiado pronto, se quedaría asombrado al
conocer que uno de los toreros de a pie más antiguos de la provincia de
Guadalajara fue residente, quizá también en la villa nacido, de Jadraque. Se
trató de Juan de Aja, quien junto a Gabriel Bautista, Juan de Villa y Juan Trujillo,
fueron los espadas que salieron al ruedo de la plaza Mayor de Madrid el día de
San Isidro de 1685. ¡Llovido ah! Los documentos oficiales no nos aclaran el
lugar de nacimiento, pero si nos dicen que a la hora de la firma, Juan de Aja
era vecino y residente en Jadraque, que ya es decir mucho.
Jadraque, toros en su plaza |
No sabemos si por esas fechas se celebraban en Jadraque torneos
taurinos, que es posible que algo hubiese. Afición desde luego había como lo
viene a demostrar el hecho de que alguien saliese de allí para acudir a los
festejos madrileños, y triunfar.
Las noticias más certeras en torno a los festejos taurinos de Jadraque
se remontan al siglo XIX, en cuanto a las crónicas taurinas; ya que es en el
siglo XIX cuando la prensa, con extensión y en algunos casos devoción, da
cuenta de lo que ocurre en los ruedos españoles. Por ello conocemos la
actuación de un novillero de éxito y fortuna en el último tercio de ese siglo,
el novillero que se apodó, y no sabemos por qué, “Método”. Qué fue novillero
famoso no cabe la menor duda puesto que toreó por media España antes de
retirarse a una respetable finca que adquirió en tierras de la Francia taurina.
En Jadraque, que se sepa públicamente, únicamente toreó en una ocasión, el 16
de septiembre de 1886. Llegó a la villa procedente de Sevilla, donde había
triunfado, sin conocer lo sucedido el día de antes.
Celebraba Jadraque sus festejos en coincidencia con las fiestas y ferias
de septiembre, a honor y gloria del Santo Cristo de la Cruz a Cuestas, con
procesión en su día, el 14, y festejos el 15 y 16. Y celebró por todo lo grande
sus dos acontecimientos taurinos el 15 y 16 de septiembre de 1886.
Había una razón para hacerlo a lo grande. Una razón que marcó el último
estertor del verano de 1885 que pasó a la historia local como el año del cólera, en el que la guadaña
de la muerte se paseó a capricho por las calles del pueblo y no permitió que en
su septiembre las fiestas locales se celebrasen como debido era. Es por ello
que para las de 1886 se gestó la revancha. Y se contrató para el día 15 uno de
esos festejos que han de pasar a la historia, y a fe que pasó, en lo que hoy se
conoce como concurso de ganaderías.
Seis bravos toros, seis, que salieron a la plaza Mayor de Jadraque y armaron la
revolución. Para cada uno de los seis bravos toros que se lidiaron se contrató
a un sobresaliente en espadas. Y Jadraque pasó, aquel día, a la historia de la
tauromaquia nacional como la población en la que mayor número de lidiadores se
dejaron la vida en el ruedo. Las crónicas son escuetas, y lúgubres como ellas
solas: las reses lidiadas se disputaban
la competencia de su bravura, tanto, que seis de los lidiadores fueron a la
enfermería, tres de ellos fallecieron al momento y los tres restantes quedaron
en un estado bastante grave; el primero y segundo espada quizá a estas horas
hayan dejado de existir…” El novillero
“Método”, el día 16, estoqueó las
reses con valentía y trabajó con voluntad. Y sin angustia por lo sucedido
el día anterior.
Cúchares, que su apoderado, Antolín Lóoez, llevó a Jadraque |
La cogida y muerte de un torero es el resulto de la batalla. Muchos
fueron los torerillos que ansiando gloria y fortuna, por aquellos tiempos, se
dejaron la vida en el ruedo de las plazas de villas, aldeas, ciudades y
lugares. Porque el público quería espectáculo y aquello, la muerte del torero
en el ruedo, formaba parte de la misma fiesta.
Refulgente Álvarez, que fue torero mejicano de fortuna, sufrió otra
grave cogida que a punto estuvo de costarle la pierna izquierda en la corrida
que Jadraque celebró a honor de su patrón el 16 de septiembre de 1929; y Luis Mazzantini,
que dejó los ruedos por la política y fue Gobernador civil de la provincia,
toreó por vez primera en Jadraque el 15 de septiembre de 1879, con revolcón
incluido. En tiempos en los que en España, para ganar dinero, sólo se podían
elegir dos profesiones medianamente decentes: tenor de ópera, o matador de toros. Y la muerte dejaba paso a la
copla:
¿A
ustedes les importa? A mí tampoco.
Que
regañen el Chato y el Lampillas,
que
al Moños en Jadraque le coja un toro,
y
lo deje enseñando pantorrillas,
y
otras cosas que me guardo por decoro…
Jacinto Abós, que fue farmacéutico en
Jadraque, y corresponsal para la prensa provincial, escribió algunas de las
crónicas taurinas jadraqueñas para la prensa nacional. La que hace en torno a la celebrada el 15 de septiembre de 1897,
en la que Juan Arregui el Guipuzcoano triunfó
con los cuatro bichos que le tocaron en suerte, a honra y gloria de don Antonio
Botija Fajardo a la sazón Diputado en Cortes, natural de Barcones y casado en
Jadraque con doña Antonia Verdugo, nos pinta igualmente la plaza: A las cuatro de la tarde, y con bastante
calor, pero con los tendidos repletos de niñas barbianas…. Por supuesto, a
don Antonio Botija también lo rodeaban
buena colección de niñas bonitas. Que también, la mujer y la mantilla,
formaban parte del espectáculo taurino.
Jadraque llevó a sus ruedos a los más afamados novilleros de la segunda
mitad del siglo XIX y de los comienzos del XX, y si no los llevó, según la
copla, debiera de haberlo hecho. Puesto que, para triunfar, incluso Rafael
Guerra, Guerrita, tenía que pasar por
el coso jadraqueño:
Debes
ir a matar hasta en Tembleque,
a
Valdemoro, a Pinto y a Jadraque,
pero
nunca a Madrid, que anda el zumeque,
y
todo se convierte en turuleque.
Gregorio Taravillo, Platerito, también
triunfó en la década de 1890, y Nicanor Manjón, Aransaito, en los inicios del siglo XX, cuando también triunfaba Calerito banderilleando con éxito en
silla. Eran los tiempos de Araujito,
Fitero, El Chuli, Jabonero de Granada, Nacional, Manchego o Cortijano. Los nombres de quienes triunfaron, y de
quienes no, llenarían todo el graderío de la nueva plaza jadraqueña.
Es sin embargo un torero, que nunca toreó en Jadraque, quien ha pasado a
la historia de la población y se le recuerda con mayor devoción entre
aficionados o no a la tauromaquia: Francisco Arjona Herrera, Cúchares.
Luis Mazzanttini, en el centro como gobernador de Guadalajara, fue novillero en Jadraque |
Cúchares regaló al Cristo de la Cruz a
Cuestas un cordón con borlas de oro, que el Cristo luce todavía. Lo que
Jadraque no recuerda es que hasta allí lo llevó don Antolín López, que este sí
que era de Jadraque y gloria de la afición taurómaca. Don Antolín nació en
aquellas calles en 1790 y pasada la epopeya de la francesada se plantó en
Madrid, donde abrió una tienda de ropa, entonces ropería, en la calle de
Toledo. Ropería que se convirtió, por la afición de su dueño, en una de
aquellas academias de la torería, que tantas hubo. Fue fundador de la célebre
tertulia del Jardinillo, que presidió el duque de Veragua, y referente para el
mundo taurino madrileño desde la década de 1820 hasta su muerte, el 9 de agosto
de 1866.
Pero lo que viene al caso es que fue quien lanzó a la fama al afamado Cúchares, y al Tato, y… a tantos de aquellos que, al día de hoy, son nombre en
enciclopedia de toros. Y fue su apoderado y hombre de confianza a través de los
años. Y de la mano de don Antolín se pasearon por Jadraque las glorias del
toreo del siglo XIX y Cúchares dejó en Jadraque su cordón de oro antes de
marcharse a La Habana y volver de allí dentro de una caja de latón, a veinte
años de su muerte. Pero eso es ya otra historia. Otra memoria de la torería
jadraqueña.
Tomás
Gismera Velasco
Nueva Alcarria, Guadalajara,
15 de septiembre 2017