Cuatro nombres para la historia de España
Pocas poblaciones de entidad semejante a la
de la villa de Atienza han dado tantos nombres de hombres y mujeres dignos de
pasar a la historia de España con letras mayúsculas. Más raro aún el que de una
misma familia numerosos de sus miembros hayan sido, para la provincia y el
reino, nombres que a más de doscientos años de su muerte continúan siendo
recordados allá donde su memoria se mantiene. Los hermanos Elgueta son, tal
vez, los más recordados allá donde pusieron su mano. Al menos cuatro de ellos:
Baltasar, Antonio, Pedro y José.
La mañana del 24 de septiembre de 1697
recibió sepultura en la iglesia de San Juan del Mercado, de Atienza, don Baltasar
de Elgueta Vigil, Caballero de Santiago y con numerosos cargos reales en el Regimiento
de Atienza. Estaba casado con doña Josefa de Milla y eran vecinos de una
casona, con su correspondiente escudo, en la nobiliaria calle de la Zapatería. Poco
antes de su fallecimiento otorgó sus últimas voluntades, ordenando ser
enterrado en la ya dicha iglesia, en la capilla de Juan Rodríguez de Tapia, su
primer suegro. Dejando poder para que una vez muerto se hiciese por él un
testamento, encargo que dejó a su hijo mayor, Licenciado en Cánones y Leyes, y
cura de la iglesia de Retortillo, fruto del primer matrimonio con Agustina
Rodríguez de Tapia y que llegó a ocupar una
alta dignidad en la catedral de Osma. A la muerte de doña Agustina
contrajo un segundo matrimonio con doña Josefa de Milla, nacida en noviembre de
1652.
En las Salinas de Imón quedó la mano de Pedro de Elgueta |
A la
muerte de don Baltasar vivían de este segundo matrimonio cuatro hijos y dos
hijas, Pedro, Antonio, Baltasar, José, María y Agustina, otros tres o cuatro
habían fallecido a poco de nacer, siendo casi todos ellos de corta edad. De las
dos hijas apenas se tienen otros datos que los de sus matrimonios, no sucede lo
mismo con los cuatro hijos.
Pedro de Elgueta nació en Atienza al igual
que sus hermanos, llevando a cabo estudios eclesiásticos en Sigüenza y de
Derecho en la Universidad de Alcalá, regresó a Atienza para quedarse en la
comarca. Entrrando a formar parte de la administración del reino a través de la
Real Hacienda, en la que tras ocupar diversos destinos alcanzó el cargo de Administrador
Real de las Salinas del partido de Atienza, en aquel momento compuestas por las
de Imón, Medinaceli y La Olmeda, fijando su residencia en la casa de la
administración de la salina en la década de 1720, entonces ubicada en el
municipio de La Olmeda, siendo durante su administración cuando las salinas
alcanzan su mayor rendimiento y comienzan a levantarse los nuevos almacenes que
tras sucesivas reformas han llegado a nuestros días. Levantados sobre otros
anteriores. Falleció en Atienza, donde nació en 1684, en torno al año de 1743.
Antiguo hospital de Santa Ana, levantado con la participación de los hermanos Elgueta |
Su
hermano Antonio fue bautizado en la parroquia de la Santísima Trinidad el 17 de
enero de 1686, estudió leyes en Madrid, ingresando en el cuerpo legislativo del
Reino, siendo nombrado Secretario de la Inquisición de Murcia. Contrajo matrimonio
con María Teresa de Mesa y Rocamora en aquella ciudad el 3 de agosto de 1722.
En Murcia falleció hacía 1760. Estando considerado como una de las figuras
claves en el desarrollo cultural de la provincia y su entorno, ya que don
Antonio fue una de las figuras esenciales en las obras que se llevaron a cabo a
lo largo del siglo XVIII en la ciudad. Viajó por Francia e Italia, como
colaborador de su hermano Baltasar. Igualmente, y con motivo de esa
colaboración, viajó por España en busca de escultores, pintores o arquitectos
que presentar a su hermano, a fin de que diesen lustre y añadiesen su nombre,
en caso de valía, a las obras que a lo largo del siglo se llevaban a cabo en la
edificación del Palacio Real de Madrid.
Es considerado como la persona que incitó a los Salzillo a viajar a Murcia,
donde fue protector de Nicolás, padre del genial escultor. Bajo su mandato se
llevaron a cabo importantes obras en el alcázar de la Inquisición, al tiempo
que engrandeció la institución. De su trabajo como agrimensor surgieron algunas
obras dignas de recuerdo, entre ellas una de referencia histórica: La cartilla de la agricultura de las moreras,
en la que don Antonio incluyó el primer vocabulario conocido sobre la lengua
murciana. Y que todavía, al día de hoy, se estudia en las escuelas.
Don Baltasar contaba con apenas seis años cuando falleció su padre, haciéndose
cargo de él su tío Gaspar, residente en la Corte y militar de profesión. A los
15 años, y de la mano de su tío, ingresó en la Guardia de Corps viviendo junto
con su hermano José los largos avatares de la Guerra de Sucesión que llevó al
trono a Felipe V de Borbón. Don Baltasar tuvo una mayor relación con Atienza
que sus hermanos, aunque ninguno de los cuatro faltó, cuando la ocasión fue
precisa, a los fastos que se vivieron en la villa. En 1725 fue prioste de
la Cofradía de Hidalgos de Santiago, paso previo a solicitar su ingreso como
Caballero de la Orden. También sus hermanos lo fueron.
El
21 de junio de 1742 fue nombrado Intendente General de Obras del Palacio Real,
cargo que desempeñaba con anterioridad de forma interina, actuando en la
mayoría de los casos como intermediario entre el rey y los arquitectos. Fue uno
de los fundadores de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y en
Atienza llevó a cabo importantes misiones, como la de traer la genial imagen
del Cristo del Perdón, obra de uno de sus protegidos: Salvador Carmona; también
fue artífice en la edificación del entonces suntuoso Hospital de Santa Ana. Su
nombre fue incluido, junto con los maestros de arte y arquitectura que
trabajarían en él, en la primera piedra colocada en el Palacio Real de Madrid,
junto a nombres como Ventura de la Vega, Jubara o Sabatini.
Baltasar de Elgueta trajo hasta Atienza la talla del Cristo del Perdón |
José de Elgueta nació el 18 de agosto de
1692. En 1710 ingresó en el ejército y con poco más de veinte años, según se
desprende de su hoja de servicios, ya era capitán de la Guardia, habiendo
llevado a cabo una gran labor, interviniendo en un buen número de acciones de
guerra, según su hoja de servicios firmada el primero de junio de 1724. Esta
hoja de servicios tenía por objeto dar cumplimiento a su aspiración de ser
nombrado para alguno de los corregimientos de las nuevas ciudades chilenas. En 1728
fue nombrado Corregidor de Ciudad de La Concepción.
Embarcó hacía el nuevo continente el 14 de noviembre de 1728. Casi dos meses
después se encontraba en el puerto de la Santísima Trinidad de Buenos Aires; para
la primavera de 1729 hacía su entrada en La Concepción como nuevo Corregidor. Su
labor no puede resumirse en breves líneas; hagámonos idea de que, recién
llegado a la ciudad, esta había sido sacudida por un terremoto y que poco
después, en 1730, un maremoto volvió a castigar la provincia. Cuentan las
crónicas que el mar se adentró más de un kilómetro en la tierra y se lo llevó
todo. Nuestro paisano fue el encargado de reconstruir la ciudad en un nuevo
paraje. Y a tanto llegó su mano para con aquella tierra que concluido su
mandato fue confirmado en el cargo, desempeñando posteriormente el de
Gobernador de la provincia. Su intervención entre las poblaciones indígenas
logró un sinfín de pactos, interviniendo en la práctica totalidad de los
tratados de paz y conversaciones que se mantuvieron en Sonora y principalmente
Tapihue, en 1738, cuando el nombre de José de Elgueta se pronunciaba en aquel
continente entre signos de admiración.
Allí se casó, con Josefa de Segarra, en los primeros años de 1730, siendo
forjador de una nueva dinastía de atencinos en el Nuevo Continente. Falleció en
la década de 1750.
Atienza. Casa natal de los hermanos Elgueta |
En pie y con los emblemas de sus apellidos
se mantiene en Atienza, en la calle de Cervantes, antigua de la Zapatería, la
casa natal de todos ellos, en la
actualidad dependiente del consistorio municipal. Una casa que
actualmente dedicada a la cultura luce con la grandeza que sus nombres
representan el orgullo de la labor que desarrollaron para la historia, de aquí
y de allá. En ella se los recuerda, como se recuerdan sus obras: En esta casa nacieron don Baltasar, don
Antonio, don Pedro, don José… glorias de las letras, de la arquitectura, del
arte, de las humanidades, de la
industria… cuyos nombres engrandecen España. El edificio, que fue
primer cuartel de la Guardia civil en Atienza; Audiencia y Juzgado de
Instrucción, alberga hoy la Biblioteca Municipal, entre otras dependencias. Una
Biblioteca que igualmente rememora el nombre de un genio del Siglo de Oro,
Francisco de Segura, quien en todas sus obras presumió de haber nacido en la
villa de Atienza y se tituló, a honra de la literatura y del romance “El
Alférez de Atienza”. Hombre que alternó con Cervantes, Lope de Vega, Francisco
de Quevedo o Salas de Barbadillo, y a
quien se tiene como parte importante del “Quijote de Avellaneda”.
Atienza se engrandece con el recuerdo de sus
gentes ilustres. Y es que quien a los suyos honra, honra merece.
Tomás
Gismera Velasco
Guadalajara
en la Memoria
Semanario
Nueva Alcarria. Guadalajara, 22 de junio de 2018