viernes, 4 de enero de 2019

EL CID, ANTE LOS TRIBUNALES. El abogado de Atienza, Juan Francisco Marina Encabo, pleiteó por la propiedad del Poema del Cid y de las pinturas de San Baudelio de Berlanga


EL CID, ANTE LOS TRIBUNALES.
El abogado de Atienza, Juan Francisco Marina Encabo, pleiteó por la propiedad del Poema del Cid y de las pinturas de San Baudelio de Berlanga

   Fue una de las noticias con las que comenzó 1965 el entonces semanario Nueva Alcarria. En su página 7, tomando el titular de un periódico soriano, daba cuenta de la reclamación,  por parte de la localidad de Vivar del Cid, del manuscrito original del famoso Poema.

EL CID, ANTE LOS TRIBUNALES.
El abogado de Atienza, Juan Francisco Marina Encabo, pleiteó por la propiedad del Poema del Cid y de las pinturas de San Baudelio de Berlanga


   La reclamación, ante el Ministerio de Educación, se basaba en que fue arrebatado al pueblo de Vivar en 1718 por don Eugenio Llaguno Amirola, entonces secretario del Consejo de Estado, quien puso como razón el propósito de obtener una copia sin que el manuscrito original regresase a Vivar, localidad en la que se encontraba, en el monasterio de las Clarisas según cuentas, desde la época de Alfonso X el Sabio. Y poco más se supo hasta que en 1960 apareció en la Biblioteca Nacional después de que una fundación lo adquiriese por algo más de diez millones de las pesetas de aquel tiempo, a otro conocido personaje de la época, don Roque Pidal y Bernaldo de Quirós.


   La noticia no hubiese trascendido más allá de la curiosidad, de no saberse que el pueblo de Vivar del Cid, para pleitear había encomendado el asunto a uno de los abogados que más conocimientos tenían en algunas materias. Don Juan Francisco Marina Encabo.

   Era entonces don Juan Francisco un Registrador de la Propiedad jubilado y vuelto a la judicatura para llevar algún que otro caso de resonancia, como este por el derecho a la propiedad del manuscrito del Poema. Manuscrito que continuó en la Biblioteca Nacional, a pesar de las idas y venidas de aquel pueblo y su abogado por los tribunales.


Ermita de San Baudelio de Berlanga, por cuyas pinturas pleiteó Marina Encabo

   Marina Encabo, entonces se enteraron algunos lectores del semanario, nació en Atienza un lejano año de 1883, el 24 de mayo. De Atienza pasó a Madrid en cuya Universidad Central se licenció en Filosofía y Letras y más tarde se doctoró en Derecho en la de Zaragoza, opositando al cuerpo de registradores del Estado. Compaginando el cargo de registrador con el de Abogado, y manteniendo en el transcurso del tiempo una especialización en Derecho musulmán. Hasta llegar a ser uno de los primeros jurisconsultos europeos en esta materia. Su carrera fue larga en todos los sentidos, pues vivió mucho y falleció muy mayor, con 88 años, por lo que su nombre es fácilmente localizable desde los inicios del siglo XX en asuntos de interés, para la provincia y el reino.

   A pesar de que sus comienzos no fuesen en el mundo de la judicatura, sino que terminada la carrera de Filosofía y Letras ocupó un puesto como ayudante interino en la sección de Filosofía y Letras en el Instituto de Ciudad Real, hasta que aprobó las oposiciones a Registrador en el mes de junio de 1912, siendo nombrado muy poco después Registrador de Ágreda (Soria), una provincia que terminaría siendo la de su adopción, sin olvidar Atienza. Que a él sí que lo olvidó. En la de Soria es historia.

   De Ágreda pasó a Soria, capital; de Soria a Almazán, donde estuvo más de diez años, antes de pasar a Medina de Rioseco (Valladolid), de aquí a Álava y Navarra, concluyendo en Alcalá de Henares.

   Como decíamos, al tiempo que ejercía como Registrador de la Propiedad mantenía su gabinete jurídico, que fue pasando de Almazán a Soria, de aquí a Medina de Rioseco y de Medina a Álava, destacándose como una auténtica figura en Derecho musulmán después de que lograse ganar un importante pleito en el que fueron partes el Bajá de Larache y el Gobierno de España. En aquella ocasión estaba contratado por el Bajá. Resultando, del pleito, la consagración en dicho Derecho, del que dio conferencias y publicó numerosos estudios; pues también escribió alguna que otra cosa, al tiempo que colaboró con algunos periódicos, principalmente de Soria.

El Cid, de Francisco Catalá, inaugurado en Vivaren presencia de D. Juan Francisco.


   Se destacó entre los guadalajareños que en Madrid fundaron la tertulia “La Colmena”, siguiendo a Francisco Layna Serrano, de quien llegó a ser uña y carne, considerándose familiares después de que su hermano José contrajese matrimonio con una de las hijas de don Manuel Serrano Sanz, Esperanza.

   Juan Francisco Marina Encabo fue el encargado de redactar los estatutos de aquella asociación que aspiraba a ser algo más que una reunión de amigos y ejerció de puente entre la Casa de Guadalajara en Madrid, fundada en 1933, y la que reabrió sus puertas en 1961. De su refundación también formó parte, dando no pocas charlas y conferencias.

   Cuando aquello sucedía, la refundación de la hoy institucionalmente olvidada Casa de Guadalajara en Madrid, era una figura nacional. Jubilado como Registrador, se dedicaba a la  abogacía, llevando pleitos tan señalados como el dicho por la posesión del manuscrito del Poema del Cid.

   Se había casado en el mes de noviembre de 1914 en Almazán con la hija de todo un personaje de aquella localidad, y de la provincia de Soria, don Elías Romera Medina, abogado, político, escritor, historiador y, al final de sus días, farmacéutico, ya que junto a la de Derecho se licenció igualmente en Farmacia. También fue Académico de la Real de la Historia, y quien a su fallecimiento en 1928 dejó parte de su herencia documental y bibliográfica a su yerno Juan Francisco.

   Del matrimonio con Manuela Romera Sanz le nació una hija, Felisa. Ambas, mujer e hija, fallecieron antes que él; doña Manuela el 17 de diciembre de 1955; su hija en 1966. Don Juan Francisco falleció en Madrid el 4 de noviembre de 1971, y como su mujer e hija, se fue a descansar a la eternidad al cementerio de Almazán.

   Y, caso curioso, sus méritos no fueron reconocidos después de muerto. Lo habían sido a lo largo de toda su vida, pues sus éxitos profesionales llevaron a que pueblos, amigos y conocidos, lo reconociesen por media España, recibiendo numerosos homenajes y tributos, desde la Gran Cruz de San Raimundo de Peñafort, impuesta por el ministerio de Justicia, a los nombramientos de “Hijo Adoptivo” de localidades como Casillas de Berlanga o Almazán. A su nombre figuran unas cuantas calles por unos cuantos pueblos de la provincia de Soria, desde Casillas a Brias; en Atienza fue nombrado por su Ayuntamiento, el 31 de octubre de 1964, “Huésped de Honor”. El Cronista provincial Francisco Layna Serrano, seguido por Sinforiano García Sanz, José Sanz y Díaz y otros nombres de relumbrón solicitaron que se le nombrase “Hijo Predilecto”, pero hay ayuntamientos a los que no les gusta que les digan lo que pueden hacer para animar a que gentes que trabajan por sus pueblos lo continúen haciendo con mayor ilusión. Marina Encabo, además, cedió al Ayuntamiento los terrenos sobre los que se levantan el Colegio de la Villa o el Cuartel de la Guardia Civil.

Atienza 1968. D. Juan Francisco Marina junto al entonces párrroco D. Lucas de la Villa


   Aquellos nombramientos llegaron en medio de la vorágine periodística desatada con motivo del pleito de Vivar del Cid, donde fue invitado a descubrir la estatua del Campeador que a la localidad legó el artista Francisco Catalá, y en cuyo acto se nombró a don Samuel Bronston, productor de la famosa película “El Cid”, y a don Marcelino Menéndez y Pidal, estudioso del Poema, Hijos Adoptivos de aquella localidad. Pues cuando la provincia de Guadalajara conoció aquello, Vivar del Cid llevaba ya dos años pleiteando por el manuscrito; asunto que se terminó zanjando con una sentencia dictada el 22 de diciembre de 1965, por la que se desestimaba la petición del pueblo de Vivar, y nuestro paisano perdía el pleito.

   Pero había ganado otro de tanto o más calado, había logrado que las impresionantes pinturas que iluminan la ermita de San Baudelio de Berlanga regresasen, aunque fuese en copia, a sus primitivas paredes. Una venta al parecer irregular llevada a cabo en 1922 por el obispo de Sigüenza, don Eustaquio Nieto, a uno de aquellos “traficantes” de obras de arte, muchas veces nombrado por aquellos tiempos en asuntos parecidos, León Leví, se las había llevado por 75.000 de aquellas pesetas.
   Don Juan Francisco Marina Encabo no logró, representando al municipio de Casillas de Berlanga, que las pinturas originales regresasen, pero consiguió la copia que hoy se puede ver y admirar en una de las ermitas más visitadas e históricas del antiguo obispado de Sigüenza: San Baudelio.

   Casualidades del destino, el suegro de don Juan Francisco, don Elías Romera Medina, fue el descubridor de la ermita, y primer descriptor de lo que allí había, sacándola a la luz en 1884 a través del informe remitido a don Emilio Lafuente, siendo su primera obra la ya conocida “Descripción de la ermita de San Baudelio”, que vio la luz ese año en el Boletín de la Real Academia de la Historia. Allí, en aquel pueblo y ermita, recibieron ambos, don Juan Francisco y don Elías Romera, el homenaje de la provincia de Soria. Pero esa es otra historia.

   Nombres des ayer, que continúan siendo memoria del hoy.

Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 4 de enero de 2019





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