JUAN
JOSÉ ARIAS DE SAAVEDRA.
Tutor
de Gaspar Melchor de Jovellanos, su vida transcurrió entre Atienza y Jadraque.
El 23 de febrero de 1811 fallecía en su refugio de Bustares don Juan
José Arias de Saavedra y Verdugo de Oquendo, quizá uno de los personajes más
curiosos de la reciente historia de Guadalajara. Reciente, en lo que se refiere
a los tres últimos siglos. Curioso porque fue de los que crecen a la sombra de
otro, en este caso Gaspar Melchor de Jovellanos.
Había nacido, don Juan José Arias de Saavedra, en la gloriosa villa de
Atienza. La del siglo XVIII que tantos nombres dejó para la historia, en el
seno de una de aquellas familias hidalgas que pusieron sus pies en la villa en
los años finales del siglo XVII y comienzos de aquel XVIII, para dejarla en el
XIX, cuando en Atienza los oficios administrativos a los que mayoritariamente
se dedicaron estas gentes pasaron a mejor vida. Los Arias de Saavedra son sólo
una de tantas de las que marcharon a Madrid, para emparentar con la mediana
nobleza, habiendo sido en Atienza y la comarca grandes, más que por sus
apellidos, por sus rebaños de miles de cabeza de ganado lanar.
Los Arias de Saavedra emparentaron con los Ortega y estos con los
Beladíez. De uno de aquellos matrimonios, del compuesto por el atencino don
Juan Arias de Saavedra y la jadraqueña María Ana Verdugo y Oquendo nació
nuestro Juan José, el 5 de febrero de 1737, en la casa familiar de la actual
calle de Cervantes, frente a la iglesia de la Trinidad, siendo bautizado en la
de San Juan diez días después. La mayoría de la familia recibió sepultura
en la iglesia de la Santísima Trinidad,
a la que pertenecían, y en donde llegaron a tener capilla propia, por
parentesco con los Ortega. A una de sus hermanas, se deben las últimas obras de
dicha capilla cuando el gótico y el renacimiento dejaron paso al barroco. También,
por la parte de María Ana Verdugo gozaban de algunos privilegios en Jadraque,
que pasaron a nuestro Juan José, después de que llevase a cabo sus estudios y
contrajese un matrimonio destinado a mantener e incrementar la estabilidad
económica y territorial de la familia.
Casa natal de Arias de Saavedra en Atienza |
Sus estudios pasaron por la Facultad de Cánones y Leyes de Sigüenza, en
la que se graduó el 21 de julio de 1753, pasando poco después, al cumplir los
19 años, en 1756, al Colegio Mayor de San Ildefonso en Alcalá de Henares, donde
continuó sus estudios de Derecho, concluyéndolos, y continuando en él como
profesor para ser designado, ocho años más tarde el 8 de febrero de 1764, para
trasladarse a Gijón a fin de llevar a cabo el examen de un alumno que aspiraba
a plaza en dicho colegio. El alumno no es otro que nuestro conocido Gaspar
Melchor de Jovellanos y Ramírez. El opositor será admitido en el Colegio Mayor;
Juan José Arias de Saavedra se convertirá dentro de él en una especie de tutor
y el tiempo unirá para siempre a estas dos figuras, para pasar a la historia
después de aquella desgracia nacional que se llamó “Guerra de la Independencia”, con sus previos, claro está.
Unos previos que llevaron a Gaspar de Jovellanos al destierro en
Mallorca, siendo ya el gran personaje que nos legó la historia; y a Juan José
Arias a andar de un lado para otro, a través de la provincia, de la mano de la
creada, tras la invasión francesa, Junta de Defensa Provincial.
Ambos habían alcanzado diversos puestos en la administración del Reino, Gaspar
de Jovellanos era uno de los grandes personajes de la intelectualidad; de la
judicatura y de la administración; Juan José llegó a tener altas responsabilidades
en el Consejo de Hacienda. La nefasta administración de Carlos IV llevó a que
ambos abandonasen Madrid, Jovellanos al encierro de Mallorca; Arias de Saavedra
para ocuparse de la administración de las posesiones familiares en Atienza y
Jadraque. Hasta que la invasión napoleónica de 1808 alteró, para bien y para
mal, la vida de ambas. Para Jovellanos aquello supuso su puesta en libertad y
el poder salir de su destierro mallorquín, regresando a su tierra. Para Juan
José involucrarse en la defensa de la independencia de España a través de la
Junta de Guadalajara que se opuso a los franceses. Por lo que con esta anduvo
de un lugar a otro de la provincia, desde Sigüenza hasta Anguita, pasando por
una serie de lugares intermedios, siempre perseguidos, hasta que en el mes de
diciembre de 1810 tomó el camino de Bustares envejecido y enfermo, para
encontrar la muerte el dicho día 23, después de haber hecho testamento ante don
Pedro Baides, fiel de fechos del lugar, dejando por heredero de todos sus
bienes a su sobrino don Joaquín Verdugo; y encargando se rezasen por su alma
seiscientas misas, a cuatro reales cada una, siendo enterrado al día siguiente
en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, en la iglesia de la localidad. Contaba
pues con setenta y cuatro años de edad.
Jovellanos legó a Arias de Saavedra su retrato pintando por Goya |
De
lo heredado por el sobrino, a más de las haciendas respectivas de la familia,
en Jadraque y Atienza, se encontraban algunos cuadros legados por el propio
Jovellanos, y otros adquiridos por Juan José, que permanecían en la casa
familiar de Jadraque.
El legado de Gaspar Melchor de Jovellanos venía de atrás, de cuando el
intelectual gijonés consideró a nuestro paisano como su tutor, su “papaíto”, en palabras de aquel, y
temiendo le llegase la muerte en el destierro le legó alguna de las piezas de
su colección, entonces no tan valoradas como hoy, entre las que figuraron el
famoso retrato que Francisco de Goya le pintase en 1798 en Madrid, firmado y
fechado en la carta que el retratado sostiene en sus manos; con algunos otros
de Murillo, Zurbarán, el Divino Morales, o la Biblia Políglota; de los tiempos
en los que Arias de Saavedra administró sus bienes, con tanto celo que el
propio Jovellanos en su testamento ordenó que nunca se pidiesen cuentas, ni a él
ni a sus herederos, a pesar de que su sobrino Joaquín las entregase, entre las
que figuraron gastos como los 6.000 reales que se pagaron a Francisco de Goya
por el famoso retrato de cuerpo entero del intelectual. A estos bienes se
añadirían otros legados por la condesa de Pernia, de quien nuestro paisano fue
administrador, y a quien también acogió en Jadraque.
A
Jovellanos la muerte le llegaría después que a nuestro hombre; con quien se
reencontró de regresó a su tierra, tras alcanzar la libertad mallorquina
cuando, después de recorrer media España, desde Barcelona hasta Jadraque,
previo paso por Atienza, en la villa del castillo del Cid, y en la casa del
amigo y tutor, repuso los males del cuerpo. A Jadraque llegó en los primeros
días de junio y allí permaneció hasta mediados del mes de septiembre.
Juan José Arias de Saavedra, pintado por Goya |
De su memoria, la de Juan José Arias de
Saavedra, lo más que queda es el recuerdo de alguno de aquellos cuadros
heredados: el Jovellanos de Goya que después de una serie de rechazos en el
siglo XIX, entre ellos del Congreso de los Diputados, pues su pintura no era
tan valorada como hoy lo es, terminó en el Museo del Prado, previo paso por la
trapería a la que lo vendió su descendiente don Antonio Botija; la Virgen Niña
de Zurbarán en el Museo Diocesano de Sigüenza, luego que, al parecer con
nocturnidad y alevosía, se lo llevase el obispo de la diócesis de la casa de
los Verdugo, entonces colegio de monjitas, mediada la década de 1960. También
Francisco de Goya pintó a don Juan José, un retrato como el de Jovellanos, de
cuerpo entero, hoy en una colección particular; y otro, más avanzado en el
tiempo, cuando la vejez y la enfermedad le rondaban.
Son,
los lienzos que de ellos nos quedaron recuerdos vivos de un tiempo, y de unos
personajes, tan unidos a la historia patria, como al rincón serrano de nuestra
provincia.
Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 18 de enero de 2019