viernes, 9 de marzo de 2018

CARMEN BUENO PAZ, DE LAYNA



Memoria de una dama


   Es lo que dice la leyenda de su sepultura, en el cementerio de Guadalajara, con una aclaración para su tiempo: laborando por enaltecer la Alcarria, halló esta dama la muerte.  Entonces, cuando se gravaron aquellas líneas, hacía escasamente un par de meses que Carmen Bueno Paz había emprendido el último viaje, a las puertas de Guadalajara. Carmen Bueno, que nació a medio camino entre Madrid y  Maranchón, el 19 de enero de 1894, hija de un prestigioso médico don Leonardo Bueno. Cuando dio el paso para entrar en nuestra historia don Leonardo había fallecido, y su madre también. Se encontraba, junto a sus hermanos, bajo la tutoría de sus tíos, don Manuel y doña Francisca Bueno, viviendo en un caserón de la calle de la Salud, de Madrid.

   Hasta aquella casa se dirigió don Francisco Layna Serrano en compañía de su cuñado José Brihuega. Tocaron a la puerta, salió a recibirles la muchacha del servicio que los hizo pasar a una sala. Al momento, don Manuel Bueno recibió en su gabinete a don José. Luego se sucedieron los hechos como en esas películas que nos retrata la España de los años veinte. Hasta que don Manuel Bueno llamó a los novios y dirigiéndose a la novia primero y al novio después, les dijo aquello de:

   -Don José Brihuega ha pedido tu mano, querida sobrina, para usted, don Francisco Layna –y la pregunta-. ¿Señor Layna, quiere en efecto contraer matrimonio con mi sobrina Carmen?



   Se conocían de toda la vida y llevaban cosa de ocho o diez años de noviazgo. Porque entonces los noviazgos comenzaban y terminaban cuando el cura, dando su bendición,  lo quería. La tía Paca, Francisca Bueno, era la madrina de nuestro doctor Layna Serrano, por ella llevaba el nombre de Francisco; y Laureano Bueno fue compañero de estudios de su padre, Félix Layna, con lo que el noviazgo estaba bendecido. La boda se fijó para el sábado 19 de enero de 1918, 24 cumpleaños de la novia, en la iglesia del Carmen, de Madrid. Antes hubo que alquilar vivienda, en la calle de Lagasca número 10, entresuelo principal. Y la boda…, en un Madrid helado, todavía con la nieve de los últimos días apretándose sobre las aceras…

   Tras los síes marcharon, en un landó descubierto tirado por dos caballos, alquilado para el caso, seguido del acompañamiento, al gabinete fotográfico de Christian Franzen –el mismo a quien pintó Sorolla- para la foto oficial; a cambiar el traje nupcial por el de calle, y a celebrar la boda con un convite en el restaurante Molinero de Caballero de Gracia esquina a Gran Vía para, después del baile, salir corriendo a tomar el tren de las siete dirección Toledo, y allí pasar la noche nupcial en el Hotel Imperial. A la mañana siguiente vuelta a Madrid. El viaje de novios quedaba para más adelante. Para cuando llegasen unas pesetas que Carmen había de heredar de su parienta doña Raimunda, la marquesa de Linares –la del palacio embrujado de la plaza de La Cibeles de Madrid.

   No eran tiempos en los que las mujeres fuesen a la Universidad, o a las academias, salvo casos muy excepcionales. La mujer estaba destinada a casarse y llevar vida de hogar. María del Carmen Bueno Paz se salía, en ese sentido, de la norma. De la mano de tía Francisca aprendió historia y algunas más que interesantes nociones de gramática. Sin dejar de lado, por supuesto, las labores del hogar. También, Carmen Bueno, por tradición familiar, adquirió conocimientos de enfermería, con lo que no es difícil imaginarnos que en aquella primera clínica que Layna Serrano abrió en la calle de Lagasca, él era el médico y ella, por supuesto, la auxiliar de enfermería.




   No quedó en ello todo. Carmen Bueno, adelantándose a un tiempo que todavía tardaría en sernos generoso, o habitual, fue una de las primeras mujeres que en España se atrevió a ponerse al volante de un vehículo, y ser titular de un carnet de conducir a su nombre.

   Tiempos en los que nuestro Francisco Layna no soñaba con ser el historiador provincial en el que se terminaría convirtiendo, pero que soñaba con ser un ágil escritor… ¡¡¡de novelas amorosas!!! Novelas que escribía a ratos perdidos y Carmen le pasaba a máquina, también en perdidos ratos. Porque a nuestro Layna Serrano eso de escribir a máquina se le daba mal. Del tecleo de Carmen salieron algunas de aquellas aventuras a la moda del siglo XIX: Rosita ClaveríaAmelia de Castellar… aventuras con mal principio y feliz final que Carmen corregía y revestía de veracidad.

   También algún que otro estudio médico pasó por los dedos de Carmen. Porque Layna comenzó escribiendo sobre Medicina. Escribía en cuartillas, a mano y mala letra, o letra de médico, que Carmen transcribía al lenguaje correcto de la máquina, para que todo el mundo lo entendiera.



   La clínica de la calle de Lagasca no prosperó, porque entonces ese barrio, el de Salamanca, se encontraba muy lejos del centro; así que para estar más a mano alquilaron un nuevo piso-clínica en la calle de la Concepción Jerónima número 17, donde comenzaron a prosperar. También es cierto que en ese prosperar tenían mucho que ver los viajes manchegos que Paco llevaba a cabo para pasar consulta en Manzanares, Tembleque, Tomelloso, Madridejos, Santa Cruz de Mudela, Moral de Calatrava, Valdepeñas… Lugares a los que Carmen, por supuesto, no lo acompañaba. Pero a la que escribía noche a noche, día a día:

   … Mi queridísima Carmen…

   La salud económica del matrimonio no comenzaría a mejorar hasta mediada la década de 1920, entonces nuestro médico comenzó a inmiscuirse en la historia provincial de la mano de su tío Manuel Serrano Sanz. Acompañándole unas veces, en solitario otras, recorriendo la provincia de Guadalajara, blog de notas y cámara fotográfica en mano. Notas que tomar Francisco Layna. Fotografías que hacer Carmen Bueno, pues muchas de las fotografías del tan conocido fondo fotográfico de nuestro historiador fueron tomadas… sí, por Carmen Bueno.



   Con Carmen recorrió las márgenes del Tajo, y Carmen le pasó a máquina las cuartillas con aquella primera historia que le haría saltar al conocimiento provincial: “El Monasterio de Óvila”. Después, junto a Carmen, recorrería los castillos provinciales, y las iglesias románicas… y de la mano de ambos, y algún que otro amigo fotógrafo, surgirían “Los Castillos de Guadalajara”, y “La Arquitectura Románica en Guadalajara”.

   Entre ambas murió el tío Manuel. Como Cronista Oficial de la Provincia de Guadalajara, dimisionario. Y en aquello de ordenar libros, notas del tío Manuel y alentar a su Paco; allí, estaba Carmen. Que no quiso que su nombre figurase en el libro de los castillos, ni en los de antes ni en los de después.   Pero cuando Layna publicó su “Arquitectura Románica”, escribió alguna de las líneas más tristes que escribir pudo: Con el mismo fervor que si vivieras te dedico este libro… con el mismo fervor que siempre sentí por ti… Tu Paco.

   Escribía esas líneas con fecha 12 de octubre de 1934. Un año después de la gran tragedia que marcó su vida. Sí. En aquellos tiempos también había accidentes de circulación. Y los Layna habían adquirido un par de años atrás un vehículo propio. Un Nash azulado con matrícula de Madrid, 30.290. Aquel 12 de octubre de 1933, el del accidente, los Layna habían quedado en Guadalajara con los Camarillo para pasar el día por Cogolludo.



   Y salieron de Madrid a eso de las nueve de la mañana. Paco Layna condujo el vehículo hasta San Fernando. Allí cedió el volante a Carmen. Con Guadalajara a la vista adelantaron a un camión y sintieron un ruido extraño. Detuvieron el vehículo en el arcén, por ver si algo iba mal. Llegó el camión y… Carmen Falleció en la clínica Sanz Vázquez a eso de las dos de la tarde de aquel 12 de octubre. Recibió sepultura un día después, en el cementerio de Guadalajara. Su amado Paco no pudo asistir al entierro. Se encontraba, herido de cierta gravedad, en la misma clínica donde ella murió.

   Tardó unos días en reponerse. Diez años en volver a publicar un libro. A pesar de que, fallecida Carmen, confesó, ya no le quedaba más que una dama a la que servir: La Alcarria. Guadalajara.

   Carmen Bueno Paz. La mujer que vivió a la sombra del gran historiador. Ejemplo de mujer en la sombra. En tiempos en los que la mujer trataba de alargar su sombra.  Y fue toda una dama.

Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Semanario Nueva Alcarria, 9 de marzo de 2018