sábado, 17 de marzo de 2018

GASPAR Y MIGUEL DE LA CRUZ. Los escultores de Ujados



Escultores atencinos, y hermanos, que gozaron de gran proyección profesional

 
   Ujados, a cuatro pasos de Atienza, en la Serra Norte de Guadalajara es hoy, como tantos otros por allí, un pueblo de silencios. Silencio en las calles y silencio en el entorno. Sus gentes hace tiempo que comenzaron ese largo e interminable camino que conduce a otras partes. Allá donde la vida se hace  más plácida y el entorno menos agreste. Y los que quedan, en estos días de blanco y gris, de nieve y agua, se arriman a la lumbre, a calentar la memoria y hacerla de un tiempo en el que en este,  y en otros muchos pueblos de por aquí, hubo más vida que en la Gran Vía madrileña. Porque era vida con sabor familiar.




   Cuentan las crónicas que Gaspar de la Cruz Martín nació aquí el 6 de enero de 1867 en el seno de una familia de agricultores. No está comprobado, pero debió de ser el segundo o tercer hijo de un matrimonio que tuvo al menos siete, tres varones y cuatro hembras. De los varones, Gaspar y Miguel marcharían a Madrid, siendo protagonistas de nuestra historia, el tercero, Domingo, quedaría en Ujados a cargo de las propiedades familiares llegando a ser a finales del siglo XIX y comienzos del XX, por algunos periodos, Alcalde de la localidad y posteriormente Juez Municipal.

   El padre, dedicado a la ganadería y la agricultura no tuvo más remedio que emplear a los hijos en el oficio, así desde la temprana edad de diez años Gaspar de la Cruz comenzó a ejercer de pastor con los rebaños del padre, y a demostrar su afición por la escultura entreteniendo sus ocios con el trabajo de la madera, ejecutando con la navaja pequeños trabajos a modo de esculturas que llamaron la atención de la entonces maestra del pueblo, así como del párroco, D. Fernando Torrubiano.

   No sabemos exactamente cómo, sin embargo cuenta su escueta biografía, aparecida en el semanario Renovación, que se trasladó a Madrid para perfeccionar su inclinación dando sus primeros pasos con un escultor llamado Subirat y que fallecido este  tuvo que trabajar para  poder  vivir  hasta que  por  mediación de su paisano de Atienza, el diputado provincial D. Antonio Cabellos, fue pensionado por la Diputación de Guadalajara. Se trató del escultor Ramón Subirat Codorniu, quien trabajó en Madrid y en Madrid falleció en 1890, y de quien aprendió la técnica escultórica de la modelación del barro, la madera y sobre todo la piedra. 







   No nos queda la menor duda de que como se reconoce en las distintas actas de la Diputación de Guadalajara, al ser pensionado para la ampliación de sus estudios en Madrid, fue el diputado Antonio Cabellos quien intercedió por él y lo apadrinó, tanto ante la Diputación, como facilitando su desplazamiento a Madrid, gesto en el que igualmente colaboró el párroco D. Fernando. Por mediación de Cabellos Asenjo la Diputación le facilitó una pensión que se inició en 1887, con una asignación diaria de 3,50 pesetas, lo que hacía un total de 1.281 pesetas anuales a fin de costearle los estudios en la escuela de Escultura.

   Con esta ayuda se dedicó a estudiar, ingresando en la escuela de Pintura, Escultura y Grabado, en la que hizo tales progresos que se llevó todos los premios y medallas concedidas; suprimida la pensión por disposición ministerial siguió estudiando y haciendo trabajos de gran importancia, tales como una Virgen de la Asunción para la iglesia de Torrelavega que es admirada por los inteligentes. Después fue nombrado escultor de la Facultad de Medicina de la Central.

Miguel de la Cruz, en su taler. Imagen de su hijo, Antonio de la Cruz (también escultor)


   Se dice que no quiso concurrir a oposiciones, y que parte de su obra pasó a otros artistas, para los que trabajó por necesidades familiares, cediendo glorias y trabajos. Que así es la vida. Murió en Madrid, cuando su nombre comenzaba a ser de referencia, en los inicios del siglo XX, el 21 de mayo de 1909, después de dejar a su hermano Miguel en el camino del éxito iniciado por él.

   Miguel, nació igualmente en Ujados el 9 de julio de 1872. Dedicándose como su hermano a los trabajos del campo. Llegó a los diecisiete años sin saber leer ni escribir, pagando su hermano los estudios de primera enseñanza.

   A los diecinueve años llegó a Madrid para abrirse paso en el mundo de las artes y recibiendo en los cinco años que permaneció en compañía de Gaspar las enseñanzas que tan útiles le fueron. Muerto Gaspar, obtuvo por unanimidad la plaza que aquel dejó vacante en la Facultad de Medicina, ocupándola de forma interina desde el mes de mayo en que Gaspar falleció, hasta el de diciembre, en que fue nombrado titular, con una asignación de 2.000 pesetas anuales.

   Se dedicó con todo entusiasmo a la escultura, haciendo obras para varias exposiciones, siendo premiado en el salón de otoño de 1924 con el premio de “Socio de Honor de la Asociación de Pintores y Escultores”; en la Nacional de 1925 obtuvo tercera medalla con una estatua tallada en madera que se conserva en el museo de Arte Moderno. 







   Miguel continuó la técnica de su hermano, presentando a la exposición Nacional de Bellas Artes de 1924 una talla de mujer en madera que fue considerada como de lo mejor de la muestra, aunque no obtuviese mención alguna. De su obra escribió la crítica: “Miguel de la Cruz Martín, en su grupo “Arrepentidos”, triunfa de no pocas dificultades y cimenta firmemente su fama artística en forma tal que le hace digno de una recompensa, porque su obra es superior a cuanto lleva hecho y a mucho de lo que se expone en este certamen”. En la exposición de 1932 volvería a presentar nuevas obras: “Orante”, un busto en escayola; y “Busto de D. Alejandro Lerroux”. Tampoco fueron merecedoras de premio, si bien la crítica nuevamente volvía a ensalzar su obra como la de un artista plenamente consagrado: está como siempre a la altura de su prestigio, sólida y honradamente conquistado a fuerza de trabajo y de talento.

   Compaginaba entonces sus trabajos de escultura con otros compromisos, como el de profesor de dibujo en las Escuelas Aguirre de Madrid, clases diarias de siete a ocho de la noche.

Gaspar de la Cruz, en caricatura de 1880


   Por entonces ya solía acompañarse de su hijo, Antonio de la Cruz Collado, compartiendo protagonismo en las exposiciones, y destacando como un artista en auge, ante todo desde que en 1931 obtuviese una tercera medalla por su trabajo titulado “Adán y Eva”; en la ocasión su padre presentaba la escultura: “Entre mar y tierra”, que pasó desapercibida para el jurado, aunque no para la crítica quien, como en otras ocasiones, alabó su obra y en esta vez también la formación de su hijo: bien orgulloso puede estar por su hijo y por su obra, que es un positivo acierto.

   Con anterioridad a que su nombre destacase, la prensa ya se había ocupado de él:

   Es un escultor joven, lleno de ilusiones y muy trabajador, que ha estado preparando en su estudio de la Facultad de Medicina de San Carlos, con gran fe y cariño las obras que destina a la exposición Nacional de Bellas Artes. Comenzó sus estudios este artista en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, y su primera obra notable fue aquella que en la última exposición (1916), figuraba en el Palacio de Cristal del Retiro en la sección de escultura con el título de “El grisú”.

   Representaba a un obrero muerto sobre una carretilla, y era tal la fidelidad de la obra que muchos creían haber sido confeccionada con vaciados hechos del natural. Cruz Martín entonces se decidió a hacer sus obras o más grandes o más pequeñas que el natural, regalando “El grisú” a la Casa del Pueblo en cuya asociación se conserva.  

   Entre las obras por él ejecutadas se encuentran la lápida de Montero Ríos para Santiago de Galicia, por encargo del Centro Gallego de Madrid; la de de Pascual Veiga, autor de la Alborada, en la misma población; la de Sol y Ortega en Reus, y la del monumento a Lucas Aguirre en las escuelas de su nombre, por iniciativa del Ayuntamiento de Madrid.


La iglesia de Ujados guarda la memoria de ambos hermanos


   En la iglesia de Ujados se veneraba un hermoso Corazón de Jesús, prueba de cariño al pueblo que lo vio nacer. Una talla única, excepcional, que nuestro escultor realizó  para la exposición de Bilbao de 1921, y que quiso que quedase, para los restos, en el pueblo de su nacencia. Allí quedó instalada, con asistencia del pueblo, y de las autoridades de los vecinos, el 25 de julio de 1922.

   Murió en San Clemente, provincia de Cuenca, el 8 de junio de 1937. Fue, como queda dicho, padre del también escultor Antonio Cruz Collado, nacido en Madrid el 17 de marzo de 1905 y fallecido en Pozuelo de Alarcón el 9 de agosto de 1962.

   Y es que hubo un tiempo en el que la Serranía de Atienza dio gentes tan ilustres como estos hermanos. Merece la pena hacer memoria de gente insigne, en tierras que hoy son silencio y pasos apagados.


Tomás Gismera Velasco
Semanario Nueva Alcarria, Guadalajara
Viernes, 16 de marzo 2018