miércoles, 1 de mayo de 2019

VILLACADIMA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA. Fue lugar de refugió de la Junta Superior de Defensa de Burgos



VILLACADIMA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA.
Fue lugar de refugió de la Junta Superior de Defensa de Burgos


   Al recorrer en la actualidad el último extremo de nuestra Serranía y entrar en tierras de Villacadima, las últimas de la provincia rayanas con Soria y Segovia, de lo que en su día fuese el Común de Villa y Tierra de Atienza, y ver prácticamente derruido el caserío, ya que fue uno de los primeros en despoblarse, no podemos hacernos idea, ni siquiera remota, de lo que pudo haber sido este extremos provincial.

   El clima y la distancia de las capitales fueron dejando a la población arrinconada, hasta hacer que de ella se fuesen marchando sus habitantes poco a poco. Contaban desde el vecino Cantalojas a comienzos del siglo XX, cuando el mal de la emigración ya se veía venir, que a estos pueblos únicamente llegaban los recaudadores de las contribuciones, hiciese mal o buen tiempo, a pesar de que no había carretera que los uniese al mundo, ni disfrutasen de las ventajas de un mundo que tan lejos les quedaba; a casi dos días de camino de la capital de la provincia.




   Al día de hoy se intenta, sin mucho éxito, atraer población a los pueblos deshabitados. Día hubo en el que se animaba a que la gente de los pueblos marchase a las capitales, porque allí, supuestamente, se necesitaba su mano.

   Así quedó Villacadima para los restos, cuando estaba muy bien visto aquello de que las gentes abandonasen los pueblos, puesto que la comodidad y el trabajo se encontraban en las capitales, a las que había que acudir para prosperar.

   Y viendo hoy la población, muy pocas personas de las que por allí pasan pueden imaginar que fue, siglos atrás, un eje importante en los caminos de Castilla, ya que nació prácticamente al pie de uno de los más importantes que unían el Norte con el Sur a través del paso de la Cordillera Central; el unas veces llamado Camino Castellano, otras Camino de la Sal y muchas más, Ruta de la Lana…, demasiados nombres para una que fue, efectivamente, muy transitada de hombres, productos y bestias, pues incluso algún que otro ramal de la Mesta debió de pasar por sus cercanías.

   Los años de la invasión francesa y Guerra de la Independencia dejaron en nuestra comarca muchas y significativas acciones, que han quedado grabadas para la posteridad. Con señalados encuentros guerrilleros contra la invasión por Sigüenza o por distintos puntos de la Alcarria. La voluntad del pueblo contra el invasor tuvo fuerza, a pesar de los castigos a los que fue sometido.

   Los franceses napoleónicos, que tantas tropelías cometieron en España, no las dejaron de cometer en nuestra sierra. Destrozando las salinas de la comarca o cometiendo mil actos de rapiña en nuestras iglesias. Atienza fue saqueada en dos o tres ocasiones, e incendiada. Miedes y Campisábalos saqueados, Cantalojas fue entregada al fuego…, incluso Villacadima padeció de alguna manera, a pesar de encontrarse en su apartado rincón, las tropelías del francés.



   Sin embargo, al estar en su apartado rincón, a los franceses que venían a nuestra Serranía principalmente por el Sur les costaba llegar; lo que permitía desarrollar acciones que en otras poblaciones no eran posibles.

   En Villacadima, por ejemplo, se creó una de las primeras juntas de defensa contra la invasión, unida posteriormente a las de Atienza, Sigüenza y Guadalajara para ser todas una sola, con más fuerza y manos.

   Pero también Villacadima fue refugio al que acudir desde las provincias vecinas, por la seguridad que ofrecían sus montañas, especialmente a los vecinos y esforzados luchadores burgaleses y castellanos componentes de sus diferentes juntas de defensa quienes, al igual que los de Guadalajara, tenían que andar de un lugar a otro buscando la seguridad para sus vidas, y para poder continuar gobernando sus provincias, siquiera desde la clandestinidad.

   Se vinieron a Villacadima, después de los graves y luctuosos sucesos que recorrieron aquella provincia de Burgos, provocados por los invasores.

   En Villacadima, con la cercanía de Aranda de Duero y de otras poblaciones que los podían socorrer, habitaron por algunos espacios de tiempo los dirigentes provinciales de aquella, y en Villacadima dieron a la luz la Gazeta de la Provincia de Burgos. El Boletín del Estado de nuestros días. Una Gazeta :

   … que se publicará todos los viernes a contar del 5 de julio de 1811, y que estará de venta en este lugar de Villacadima, o donde se halle la Junta…

   Nos dicen los escritos burgaleses: palabras muy elocuentes para demostrar la inestabilidad de aquel organismo que, hasta forzado de la necesidad, salía de sus términos jurisdiccionales, ya que Villacadima es un pueblo de la provincia de Guadalajara, a cinco leguas de Atienza.

   La Gazeta de la Junta de Burgos, con altas y bajas, se estuvo editando hasta 1813; el 7 de mayo de ese año salió su último número, muchos de los cuales se editaron, se apunta, en Villacadima.

   En el pueblo en algunas ocasiones; desde su término municipal, en medio de la montaña, en otras; puesto que la Junta, que se movía de un lugar a otro, llevaba también, de un lugar a otro, como se suele decir la casa a cuestas, o dicho de otro modo, todo aquello que les era preciso para estar al día de lo que sucedía, incluso el material de imprenta.

     De cómo llegó la Junta de Burgos, entonces refugiada en Grado de Pico, al otro lado de la montaña, hasta Villacadima, y de la cobardía con que fueron apresados, nos lo cuentan los diputados burgaleses que asistieron en Cádiz a la elaboración de la Constitución de 1812:

   Aquella Junta Superior de Burgos, cuya memoria no es menos gloriosa por el desinterés con que se ha conducido desde su instalación, sin haber dispuesto jamás de la propiedad de un solo empleo civil, ni de un solo grado militar que por el valor y sufrimiento con que refugiándose a los montes, confundiéndose entre la nieve, condenándose a las más duras privaciones y viviendo por temporadas enteras cuando no al raso y a la intemperie, en las chozas humildes de los pastores sobre las cumbres de las más enhiestas montañas… esta Junta, compuesta de eclesiásticos y padres de familia, los más conocidos, los más respetables y los más acomodados de aquel país pobre que para aceptar el encargo de vocales de ella comenzaron por el espantoso sacrificio de abandonar sus casas, sus tierras, sus rebaños, todo el patrimonio de sus mayores… 

   Aquella Junta ha sido víctima de la perfidia de un español infame, que al favor de sus conocimientos prácticos del país, facilitó a los enemigos los medios de sorprenderla a las cuatro de la mañana del 17 de marzo anterior (1811) en el lugar de Grado (de Pico), uno de los que componen el partido de Aranda de Duero, en lo interior de la serranía y montañas próximas al puesto bien conocido de Somosierra…

   La Providencia se apiadó de tres de los seis vocales que a la sazón la componían y los salvó de esta horrorosa catástrofe dándoles todo aquel valor que es necesario para retraerse a los montes del lugar que llaman Villacadima y jurar en ellos, entre las lágrimas del dolor, morir antes que abandonar aquellos pueblos fieles a la orfandad de su Gobierno legítimo a la opresión de los vándalos que la oprimen.

   El resto de miembros de la Junta de Burgos, los apresados, fueron llevados a Soria y ejecutados públicamente en la horca, como nos recuerda la placa que de ellos hace memoria en la plaza de la Catedral de Burgos.




   A partir de aquella luctuosa jornada Villacadima se convirtió en refugió, no sólo para los guadalajareños, sino que también para los burgaleses que escribieron en nuestro hoy prácticamente desaparecido pueblo, alguna de las páginas que cuentan las glorias de sus hombres.

   El por qué de venirse a estas tierras tiene fácil explicación, algunos de sus componentes la conocían a la perfección, entre ellos su vicepresidente, Pedro Gordo, cura de Santibáñez de Ayllón, y uno de los ejecutados en Soria, o Francisco García Sainz, quien aunque natural de la población burgalesa de Valdenoceda, era entonces el cura párroco de Villacadima, y como tal, conocía igualmente la tierra que pisaba.

   Allí, en Villacadima, nos cuenta la historia burgalesa en torno a estos sucesos:

   Refugiados en Villacadima, los vocales supervivientes se conjugaron contra el enemigo. Hicieron balance de las pérdidas, dieron parte a los jefes de las tropas aliadas, trataron de ponerse en contacto con los presos encarcelados en Aranda y comenzaron a recomponer los daños sufridos en su administración; reorganización de la Hacienda, creación de una Junta de Agravios e inicio de un proceso electoral que restituyese las vocalías vacantes.

   En Villacadima sucedió, pasando su nombre a ser parte de la historia no tan lejana de la vieja Castilla.


Tomás Gismera Velasco


En Nueva Alcarria, viernes, 5 de abril 2017