viernes, 17 de mayo de 2019

ANTONIO LLEÓ, EN LA CASA DE PIEDRA. Descubrió para el mundo la obra de Lino Bueno en Alcolea del Pinar.

ANTONIO LLEÓ, EN LA CASA DE PIEDRA.
Descubrió para el mundo la obra de Lino Bueno en Alcolea del Pinar.

   Unos años antes de que el rey Alfonso XIII se acercase a la Casa de Piedra de Lino Bueno, horadada en la viva roca de Alcolea del Pinar, por ella lo hizo uno de esos hombres que pasan y, sin apenas dejar huella, desaparecen, cumplida su labor. El hombre fue don Antonio Lleó Silvestre, el primer personaje que sacó al mundo el nombre de Lino Bueno y contó, para España y parte del extranjero lo que en Alcolea del Pinar había labrado aquel.

   Había, porque Lino Bueno vivía ya en la Casa de Piedra cuando don Antonio Lleó llegó a Guadalajara y conoció a Lino, Alcolea y la Casa.



   Natural de Valencia, Antonio Lleó Silvestre alcanzaría el título de Ingeniero de Montes en aquella ciudad en 1907, siendo destinado para el ejercicio de su profesión, después de recorrer numerosas poblaciones de Valencia y Teruel, a la provincia de Guadalajara, en 1918. Al asentarse en la capital de la provincia, en el mes de febrero de aquel año, llegaba procedente de Madrid; contaba con treinta años de edad, pues había nacido en la capital valenciana en 1888.

   En su misión de catalogar los montes provinciales llegó a los pinares del Ducado de Medinaceli poco después de su llegada a Guadalajara. Cuando Lino Bueno llevaba doce o catorce años picando la roca.

   De la llegada de Antonio Lleó a la capital se hizo eco la prensa, dedicando una nota a su  nombramiento; siendo admitido como vecino de Guadalajara, por su Ayuntamiento, a efectos de empadronamiento, en la sesión municipal que se celebró el 16 de febrero de 1918.

   La primera noticia de lo que aquel hombre, Lino Bueno, estaba llevando a cabo en aquel pueblecito llamado Alcolea del Pinar, en la carretera de Madrid a Tarragona, apareció en la prensa el 18 de agosto de 1920, sin firma de autor, a pesar de que no dudamos de que en realidad, tras aquel silencioso anonimato se encontrase Antonio Lleó, y con una hermosa imagen debida al fotógrafo Cámara. Son apenas unas líneas bajo un título significativo: Alcolea del Pinar. Una casa en plena roca.

   Fue el punto de partida para todo lo que vendría después, en suma, el reconocimiento a la labor de un hombre y, claro está, a su fuerza de voluntad.

   Entonces no existía lo que hoy conocemos como Seguridad Social, por lo que la hucha de las pensiones, tan en discusión en nuestros tiempos, ni aumentaba ni disminuía; pero se había creado muchos años antes, en 1908, el Instituto Nacional de Previsión, que con el tiempo sería el que se encargase de lo de la hucha y las pensiones. Distinto, claro está, a como hoy lo conocemos. Un instituto que, a pesar del tiempo transcurrido desde su fundación, no terminaba de despegar. Era entonces, más o menos, una especie de fondo de pensiones en el que los trabajadores iban ingresando algunas pequeñas cantidades que, en el momento en el que el cuerpo y la edad no permitiesen el trabajo, podían convertirse en una especie de salario mínimo mensual con el que poder subsistir.




   Fue nombrado, don Antonio Lleó, compatibilizando el nombramiento con su oficio de Ingeniero de Montes, el 2 de julio de 1920 por el Gobernador civil de Guadalajara –en oficios de interino-, don Antonio Gómez Plasent, Inspector Provincial del Trabajo, y aquí fue cuando el Sr. Lleó ideó la manera de lanzar el Instituto de Previsión al conocimiento provincial, al tiempo que se buscaba homenajear, y procurar un retiro, si acaso medianamente pagado, a Lino Bueno, quien para entonces, para ese año de 1920, contaba con la saludable edad de 67.

   Antonio Lleó Silvestre se dirigió a la prensa provincial a fin de involucrarla en su proyecto. Un proyecto que buscaba que a Lino Bueno se le hiciese uno de los primeros “Homenajes a la Vejez”, con los que en los pueblos se promocionaba el Instituto de Previsión. Hasta entonces, personas de setenta, de ochenta y más años, continuaban desarrollando, mientras sus fuerzas se lo permitían, labores agrícolas o ganaderas como cuando tenían treinta, cuarenta o cincuenta años, ya que no tenían otros medios con los que sacar adelante a la familia, o mantenerse ellos mismos, salvo que tuviesen algún posible; contasen con unos ahorros, pudieran vivir de los hijos, o los sostuviese la caridad municipal.

   En el asunto, a más de a la prensa provincial, involucró Antonio Lleó al maestro del pueblo, don Manuel Chillida Poza, quien escribió un memorial con todo lo hecho por Lino Bueno,  para que Lino lo pudiese poner en manos del Sr. Gobernador civil de la provincia, entonces don José Gil de Angulo, a quien se lo llevó personalmente cuando don José acudió a Sigüenza a la presentación del Sindicato Católico Agrícola de don Hilario Yabén, que tuvo lugar en la ciudad y su Teatro Seguntino la tarde del 4 de enero de enero de 1925. Lino Bueno, llegó a la sala del hotel, andando desde Alcolea, en la que las autoridades, tras la llegada del Sr. Gobernador, se dedicaron a homenajearlo, previa la charla, con una de aquellas comilonas con las que se celebraban los eventos políticos. Se abrió paso, el bueno de Lino, llegó al Gobernador y debió de decirle aquello de: “esto me lo han dado para usted”. El gesto de la primera autoridad provincial, cuando conoció la obra del hombre fue sentarlo a la mesa junto a él y tratarlo como si fuese una más de las autoridades que a él lo complacían. Todo un gesto.

   También involucró en el asunto, don Antonio Lleó, al subdirector del Instituto de Previsión, don Álvaro López Núñez y a su presidente, el General Marvá; y como necesitaba para dar conocimiento de todo ello a la prensa, echó mano de su amigo don Francisco de Paula Barrera quien, además de ser uno de los más prestigiosos abogados provinciales dirigía el semanario La Palanca; estaba casado don doña Remedios de Medrano, maestra de Geografía e Historia de la Escuela Normal, y que, por si fuera poco, veraneaban en Alcolea del Pinar.

   Para entonces Lino Bueno y su familia ya venían sacando unas pesetas extras a cuenta de las numerosas visitas que comenzaban a llegar a la Casa de Piedra. Un rudimentario cartelón junto a la carretera anunciaba que a cien metros de allí se encontraba aquella especie de monumento que quienes lo visitaban no dejaban de admirar, y sobre la fachada de la roca el señor Lino había tallado a cincel y martillo la fecha del inicio de la obra: “Se edificó por Lino Bueno, año de 1907”. Después de la misa del día de San José de aquel año, dio Lino Bueno el primer picotazo a la peñasca. Para rematar la obra, don Antonio Lleó logró que el Ayuntamiento de Alcolea aprobase concederle el título de propiedad de la peña.

   Y allá se juntaron, delante de la roca convertida en casa, el 22 de julio de 1925, las primeras autoridades locales y provinciales para hacer entrega a Lino Bueno de la propiedad de la peña; de la paga prometida y del “Premio al Trabajo”. A todos los retrató Francisco Goñi, y la proeza, fue conocida en toda España. Luego, unos años después, llegó la majestad del rey Alfonso XIII, y don Antonio volvía a Madrid, cumplido su trabajo, donde fue uno de los mayores defensores del arbolado, y de la Naturaleza.

   La Casa de Piedra, el monumento a la memoria y la fuerza de voluntad de un solo hombre.


Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Periódico Nueva Alcarria
Guadalajara, 17 de mayo de 2019