GONZALO RUIZ DE ATIENZA,
El hombre del Rey, en Sevilla
Quizá, viendo hoy lo que ha quedado de la
villa de Atienza, después de la condena de los siglos, luego de aquella triste
demolición a la que la sometió el tristemente célebre condestable de Castilla
Don Álvaro de Luna, no podamos imaginarnos lo que fue con anterioridad a ese
desastroso siglo XV en el que todo cambió.
Con anterioridad a 1446, cuando Atienza
quedó arruinada, y despoblada por espacio de más de diez años, fue una de las
villas punteras de Castilla, y dio a la historia de sus reinos, de los que eran
y los que continuaron siendo, nombres que han de permanecer en la memoria de la
historia.
Entre aquellas
grandes figuras que vieron la luz en nuestra histórica villa de Atienza, una de
ellas, y por las circunstancias más representativas del siglo XIII, fue Gonzalo
Ruiz de Atienza. Gonzalo Ruiz y, por supuesto, sus hermanos.
No conocemos el nombre de todos, pero si al
menos el de uno de ellos quien lo acompañó en alguna de sus aventuras y
embajadas, y junto a nuestro Gonzalo estuvo, entre otros lugares, en el sitio y
conquista de Sevilla, y obtuvo en la ciudad del Guadalquivir mercedes reales; se
trató de Pero, o Pedro, Ruiz de Atienza. Ambos hermanos están en el origen de
que el apellido Atienza se extendiese por Andalucía, y por otras partes de la
Península, y de que se uniese a la antigua nobleza castellana.
Gonzalo Ruiz de Atienza debió de nacer, en
Atienza por supuesto, hacía el año 1230. Siendo hijo de otro Gonzalo Ruiz de
Atienza, a quien la historia sitúa como alcaide del castillo y fortaleza
atencinas en torno a esos mismos años, citándose igualmente como “señor de la villa” en otras relaciones.
Algunos historiadores sitúan el nombre de
nuestro ilustre paisano como maestre de la Orden de Calatrava mediado el siglo
XIII, pues como tal parece figurar en el documento fundacional de la villa de
Orduña, dado por Alfonso X el Sabio en 1256, aunque también pudiera tratarse de
Gonzalo Ruiz padre, en cualquier caso y oficialmente el maestre de Calatrava en
aquel año era Pedro Yáñez, por lo que pudiera tratarse de una representación.
Si bien en la historia de Orduña se nos cuenta:
El Rey Alfonso X al fundar la villa de Orduña la separó del Señorío de
Vizcaya uniéndola por segunda vez al reino de Castilla. Poco debió de durar
esta separación pues en la Crónica de Alfonso X el Sabio, en su Capítulo 51
consta: Que el Rey Sabio vino después en que se entregasen a don Lope los
lugares de Orduña y Valmaseda, y así, en boca del Maestre de Calatrava, don
Gonzalo Ruiz de Atienza se dice lo siguiente: “Y que pidan del heredamiento que
es de Orduña y Valmaseda y que ellos otorgaron por el Rey, que se lo dará a don
Diego López de Haro y que fuera con el Imperio”. Esta última frase se refiere
sin duda a la ayuda que podría prestar el Señor de Vizcaya en la consecución de
la Corona del Sacro Imperio a la que aspiraba por aquel entonces el Rey Alfonso
X.
Descendiente de una de aquellas dinastías
que llegaron a Atienza en tiempos de la reconquista y se asentaron en la villa,
Gonzalo Ruiz de Atienza fue, durante mucho tiempo, una especie de “privado del rey”, lo que vendría a ser
en aquellos remotos tiempos como una especie de primer ministro, pues como a
tal nos lo pintan en algunas crónicas. Tomando parte activa tanto en la corte
de Alfonso X como en la de su sucesor, Sancho IV, situándolo las crónicas de
ambos reinados como un personaje de indudable influencia, interés, fortuna y
por supuesto responsabilidad en el reino. Pudiendo ser, de entre sus papeles
destacados, uno más, su actuación en la conquista de Sevilla, llevada a cabo en
1248.
Hay cierta confusión sobre el papel que
Gonzalo Ruiz de Atienza tuvo en la conquista de Sevilla, pues según de qué
autores hagamos cuenta nos lo citarán como almotacén, almogávare, adalid, o
simplemente como un rico-home castellano, de la vieja nobleza surgida después
de la Reconquista, lo cierto es que, aun a pesar de recibir bienes en la recién
conquistada ciudad en menor cuantía de lo que lo hicieron otros caballeros, lo
recibido fue tan cuantioso como para hacer que su fortuna estuviese entre la de
los principales caballeros de Castilla.
En los Elogios
de los Conquistadores de Sevilla, de Gonzalo Argote de Molina, escrito ya
en el siglo XVI, el autor nos dice de
nuestro paisano:
Es Don
Gonzalo Ruiz de Atienza de quien se hace muy particular memoria en la Crónica
del Rey don Alonso el Sabio en el Cpti. 23, 24, 26, 45, 46, 47, 48, 51, 52 y
53. Fue uno de los principales caballeros de aquel tiempo y de quien el rey
hizo mayores confianzas, fue por su embajada al infante don Felipe y a los
ricos homes del reino que estaban desavenidos del rey en el reino de Granada, y
así mismo por embajador al rey moro y hizo al rey muchos y grandes servicios.
Excelente caballero, dicen diera (descendiera) de otro Gonzalo Ruiz de Atienza
que se halló con el rey don Sancho de Castilla tercero de este nombre, en las
vistas que tuvo con el conde Ramón Berenguer príncipe de Aragón en Navarra…
En el reparto de Sevilla recibió junto a la
puerta de Goles setenta aranzadas de olivar, siete de viñas y siete yugadas de
heredad en Alcalá del Río, de lo que parece no llegó a posesionarse en toda su
parte, recibiendo más tarde, y de manos del rey un nuevo donadío en Huévar, hoy
Huévar del Aljarafe, de setenta aranzadas de viñas a cambio de las siete
anteriores, con otras setenta de olivar y otras tantas de viñas a la entrada de
Sevilla.
Continuó nuestro Gonzalo por aquellas
tierras, y recibió, tras la conquista de Alcalá de Guadaira otras cinco
aranzadas de viñas y seis yugadas de pan al norte de Triana. E igualmente es
conocido que tuvo sus casas en la colación del hoy barrio del Salvador,
probablemente con extensa huerta, aunque lo de la huerta quede en el aire,
teniendo por vecino al caballero Pedro Pérez de Medina.
Era ya poseedor de grandes espacios de
tierra en el reino de Aragón, donde tuvo uno de sus principales señoríos;
señoríos que extendería por tierras de Cuenca, de Burgos y, ante todo, de
Andalucía. Sin dejar a un lado a la actual provincia de Albacete, siendo señor
en Jorquera, y caballero principal de la villa de Boniches. Cuya cronista,
Amparo Buj, por estos días hilvanando la historia de aquella magnífica
población conquense, me comunicaba no hace muchas fechas, haber encontrado el
hilo conductor para poder afirmar que nuestro paisano y su hijo fueron los
mecenas que costearon la hermosa iglesia de aquella villa.
Una de sus hijas, Aldonza Ruiz de Atienza,
casada con Juan Ruiz de la Bastida, heredó las tierras aragonesas, dejando en
Aragón el apellido Atienza.
Nos dicen las crónicas que prestaría en el futuro grandes servicios al
rey, lo que efectivamente sucedió. En 1263 formó parte del grupo de
compromisarios castellanos que habría de negociar con los aragoneses las
fijación de los límites de ambos reinos, y todavía la historia le reservaba un
nuevo y más importante papel que llevó a cabo en 1272, cuando su figura se
destaca definitivamente, nos cuenta Alfonso del Pozo y Barajas desde la Universidad
de Sevilla, con motivo de la rebelión de los ricos-homes castellanos que
encabezara don Nuño González de Lara: desde
mediados de agosto de ese año hasta el verano siguiente, Gonzalo Ruiz de
Atienza actúa como mandadero del rey ante los nobles desnaturados, a los que
seguirá una y otra vez en su furioso vagar. Su asistencia a la entrevista de
Atienza, a la funesta de Sabiote, a las negociaciones de Granada y Porcuna
hicieron de él un fugaz testigo, a la vez que protagonista de la historia.
Sin duda continuaremos, o continuarán,
hablando de don Gonzalo Ruiz de Atienza, sirva esto de adelanto sobre una
figura histórica de la que en la comarca apenas se tiene memoria, y en Atienza
forma parte de las páginas del olvido histórico, pero que en tiempo pasado
llegó a ser protagonista de una novela de carácter histórico a la moda del
siglo XIX, “Las amarguras de un rey”,
de la que fue autor, en 1846, el alicantino Nicasio Camilo Jover.
Tomás
Gismera Velasco
Guadalajara
en la memoria
Periódico
Nueva Alcarria
Guadalajara,
7 de junio de 2019