EL ALTO REY SE VISTE DE ROMERÍA.
La
Romería del Alto Rey reúne, desde el siglo XVI, a los pueblos del entorno
Al menos desde el siglo XVI
numerosos pueblos del Alto Rey ascienden a la cima del monte, donde se levanta la
ermita a honor de Nuestro Señor, en romería.
Para aquel siglo ya estaba
levantada la ermita, que la tradición atribuye a los caballeros templarios que
anduvieron por la comarca en el lejano siglo XII o XIII. Caballeros que habrían
levantado, junto a ella, una especie de convento dependiente de la iglesia o
ermita de Santa Coloma de Albendiego. Algunos cronistas del lejano siglo XIX
hablaron de que, junto a la ermita, hubo también algo parecido a un castillo.
La tradición, o la leyenda,
también atribuye con anterioridad al paso de los caballeros templarios la
estancia en el lugar, nada menos, que de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid
Campeador cuando, de paso hacía Valencia, atravesó las tierras de Miedes en
busca del Henares saliendo de Castilla y entrando en reinos moros, y pasó por
aquí para encomendarse al Rey de la Majestad. Son algunas de las muchas
leyendas e historias que se han transmitido con el pasar de los siglos.
La ermita, a juicio de algunos
estudiosos, es uno de esos casos curiosos de propiedad compartida entre varios
pueblos, levantándose en términos en los que se juntaron los vértices
divisorios de Albendiego, Bustares y Aldeanueva de Atienza. De esta manera la
cabecera pertenecería a Albendiego; la zona media, en la que se abre la entrada,
a Aldeanueva de Atienza y, por último, los pies a Bustares. Al tiempo que
alguna dependencia tendría que tener el cabildo de Sigüenza ya que también sus
emblemas figuran en los muros de la ermita. La levantada en 1785 después de que
la anterior se arrumbase por el peso de las nieves.
La tradición vuelve a situar en
poder de Albendiego a la ermita, su tierra y sus imágenes en los siglos XVIII y
XIX, si bien la devoción transciende, o transcendió, a toda la Serranía; desde
Atienza, como titular del Común, al último del confín provincial. El Concejo de
Atienza anotaba en sus cuentas unas cántaras de vino para el gasto de sus
señorías durante la función.
Nuestro recordado cronista provincial, don Juan
Catalina García López, quien subió a la cumbre en los últimos años del siglo
XIX con el firme propósito de estudiar detenidamente el terreno, ascendiendo
por Bustares y descendiendo por Albendiego, dejó escrito:
“Se supone no se con qué fundamento, que
los templarios construyeron en aquellas heladas alturas una ermita, y junto a
ella una casa de residencia, dependientes una y otra de la iglesia de Santa
Colomba, junto a Albendiego, pueblo que está a la parte norte de la sierra y
del que aún es anejo el santuario. De este no queda resto alguno salvo la
Sagrada imagen del Rey de la Majestad, Jesucristo, y de la casa se ven todavía
los informes cimientos”.
Unos años antes, en 1879,
ascendió también a la cumbre, en esta ocasión desde Albendiego, acompañado del
Secretario de la localidad y rezando las Letanías de la Santísima Virgen, que
rezaban los de Albendiego cuando hacían su romería, el escritor y académico de la Historia,
Manuel Pérez Villamil, en cuyo relato vuelve a hablarnos de la tradición
templaria en cuanto a la edificación de la ermita, sin alcanzar a aclararnos la
realidad, o ficción, de la estancia en la cima de los templarios.
Tampoco el doctor Benito
Hernando quien, en una de sus crónicas viajeras, desde Pastrana, pasa por alto
la visión templaria del Alto Rey, en 1895:
“Me pareció distinguir el pico del Alto Rey,
a cuya ermita de Templarios, que aún subsiste, acuden en romería, cantando (en
broma), las muchachas”:
Al Alto Rey de la Sierra,
tres cosas pido,
salvación y dinero,
y un buen marido.
Francisco Layna Serrano al
hablar del tema en sus distintas publicaciones sostendrá que no a los
templarios, sino a los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén se debería
la fundación de la ermita en lugar tan
estratégico aunque por allí, salvo a retirarse a la meditación, no acudiese
nadie.
Por supuesto, las
interpretaciones en cuanto al origen, medieval, templario o sanjuanista
continúan en nuestros días, y lo continuarán haciendo en el futuro. De lo que
no cabe la menor duda es que, como otras muchas montañas tenidas en el pasado
como sagradas, el vecino Moncayo entre ellas, el Alto Rey atrajo, desde los más
remotos tiempos, la mirada de los aldeanos de esta tierra, muy por encima del
vecino Ocejón, y pocos son los pueblos del entorno que desde tiempo inmemorial, documentado desde el siglo
XVI no han acudido, y aun buen número de ellos acuden, en romería a la ermita.
O si no, para celebrar que hasta allí llegaron, como lo hicieron un puñado de
jóvenes atencinos, de buena familia, que para demostrar que subieron, desde lo
alto lanzaron una colección de fuegos de artificio que se divisaron
perfectamente desde la villa.
Tradicionalmente cada uno de
ellos tenía su propia fecha señalada, ordenada por una cofradía de la que
formaban parte dos o tres personas de cada uno de los concejos asistentes:
alcalde, párroco y regidor.
El pueblo de Albendiego acudía
la víspera de la Ascensión abriendo las romerías, por pertenecer a la iglesia
de esta población la ermita; Aldeanueva, a cuyo término municipal pertenecerían
las tierras, en la Pascua de la Ascensión; Bustares y su agregado de La
Nava, el día de San Antonio, y con
posterioridad lo irían haciendo el resto sin que faltasen los romeros entre la
dicha festividad de la víspera de la Ascensión, y la festividad de la Exaltación
de la Cruz, el 14 de septiembre. Con posterioridad los fríos y las nieves impedían,
por lo general, el acceso; a pesar de que, conforme a la tradición, las puertas
siempre se encontrarían abiertas y dispuestas a recibir a quien en la ermita
buscase amparo, resguardo o refugio.
De la congregación de gentes
nos hablan algunas crónicas de tiempos pasados, más allá de la ya señalada
subida de San Antonio que nos describió el maestro de Semillas.
Tampoco resulta extraño, por
encontrarnos en la cumbre y ser tiempo de fuertes tormentas veraniegas, que
estas arruinasen no sólo la romería correspondiente, también la ermita. Lo que
debió de ocurrir en numerosas ocasiones a lo largo del tiempo; y al menos en
dos, en los primeros decenios del siglo XX. Una de esas ocasiones fue en los
últimos días de septiembre de 1913 cuando: cayó una chispa
eléctrica que provocó la
desbandada.
La ermita quedó prácticamente
arruinada, por lo que “Entre los pueblos limítrofes se ha abierto una suscripción para
reedificarla y sustituir las imágenes”. Sustituir las imágenes puesto que quedaron calcinadas con el fuego que
siguió a la chispa, encargándose la población de Albendiego de adquirir las
nuevas, tornando a la ermita en 1916, cuando esta se vio completamente
reconstruida, siendo la fecha de la bendición y traslación a ella de las nueva
imágenes una de las ocasiones en que mayor número de personas hubo de acudir;
cifrándose en más de diez mil las que ascendieron hasta la cumbre el día 11 de
septiembre de 1916.
Más si en aquella ocasión se
vio derruida la ermita, una posterior, el día de la Ascensión de 1923, en la que
se reunieron los romeros de Bustares, Miedes, Aldeanueva, Albendiego y una
decena de poblaciones más, tuvo consecuencias mucho más luctuosas. Un rayo se
llevó por delante la vida de tres o cuatro personas, y la del perro del señor
Donato Gómez, de Miedes, según nos contó el farmacéutico de Hiendelaencina, don
Constantino de la Torre, que allí estaba presente.
En la década de 1940, cuando
los pueblos comenzaron a perder habitantes se fue unificando la romería;
primero reuniéndose varios pueblos para hacer el ascenso en el mismo día;
finamente, y desde los inicios de la década de 1950, señalando un único dia en
los primeros de septiembre, para llevar a cabo la romería conjuntamente entre
todos los municipios. Hasta llegar a la época actual en la que, como Fiesta
Tradicional, tiene lugar la víspera del primer domingo septembrino.
Manteniéndose viejas tradiciones como la de depositar, en el mojón de los cantos, tantas piedrecillas
como padrenuestros se han rezado en el ascenso.
De los tiempos primitivos, en
que cada pueblo acudía siguiendo el pendón y la cruz correspondientes a sus
parroquias, queda igualmente la costumbre de que cada uno de los pueblos
asistentes porte su pendón y su cruz, constituyendo la jornada, ambientada por
el sonido de la gaita y el tambor, un día de convivencia en remembranza de un
tiempo, templario o sanjuanista, que perdura en la memoria serrana.
Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Nueva Alcarria
Guadalajara, 29 de agosto de 2019