viernes, 30 de agosto de 2019

EL ALTO REY SE VISTE DE ROMERÍA. La Romería del Alto Rey reúne, desde el siglo XVI, a los pueblos del entorno


EL ALTO REY SE VISTE DE ROMERÍA.
La Romería del Alto Rey reúne, desde el siglo XVI, a los pueblos del entorno


   Al menos desde el siglo XVI numerosos pueblos del Alto Rey ascienden a la cima del monte, donde se levanta la ermita a honor de Nuestro Señor, en romería.

   Para aquel siglo ya estaba levantada la ermita, que la tradición atribuye a los caballeros templarios que anduvieron por la comarca en el lejano siglo XII o XIII. Caballeros que habrían levantado, junto a ella, una especie de convento dependiente de la iglesia o ermita de Santa Coloma de Albendiego. Algunos cronistas del lejano siglo XIX hablaron de que, junto a la ermita, hubo también algo parecido a un castillo.



   La tradición, o la leyenda, también atribuye con anterioridad al paso de los caballeros templarios la estancia en el lugar, nada menos, que de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador cuando, de paso hacía Valencia, atravesó las tierras de Miedes en busca del Henares saliendo de Castilla y entrando en reinos moros, y pasó por aquí para encomendarse al Rey de la Majestad. Son algunas de las muchas leyendas e historias que se han transmitido con el pasar de los siglos.

   La ermita, a juicio de algunos estudiosos, es uno de esos casos curiosos de propiedad compartida entre varios pueblos, levantándose en términos en los que se juntaron los vértices divisorios de Albendiego, Bustares y Aldeanueva de Atienza. De esta manera la cabecera pertenecería a Albendiego; la zona media, en la que se abre la entrada, a Aldeanueva de Atienza y, por último, los pies a Bustares. Al tiempo que alguna dependencia tendría que tener el cabildo de Sigüenza ya que también sus emblemas figuran en los muros de la ermita. La levantada en 1785 después de que la anterior se arrumbase por el peso de las nieves.

   La tradición vuelve a situar en poder de Albendiego a la ermita, su tierra y sus imágenes en los siglos XVIII y XIX, si bien la devoción transciende, o transcendió, a toda la Serranía; desde Atienza, como titular del Común, al último del confín provincial. El Concejo de Atienza anotaba en sus cuentas unas cántaras de vino para el gasto de sus señorías durante la función.

   Nuestro recordado cronista provincial, don Juan Catalina García López, quien subió a la cumbre en los últimos años del siglo XIX con el firme propósito de estudiar detenidamente el terreno, ascendiendo por Bustares y descendiendo por Albendiego, dejó escrito:



  Se supone no se con qué fundamento, que los templarios construyeron en aquellas heladas alturas una ermita, y junto a ella una casa de residencia, dependientes una y otra de la iglesia de Santa Colomba, junto a Albendiego, pueblo que está a la parte norte de la sierra y del que aún es anejo el santuario. De este no queda resto alguno salvo la Sagrada imagen del Rey de la Majestad, Jesucristo, y de la casa se ven todavía los informes cimientos”.

   Unos años antes, en 1879, ascendió también a la cumbre, en esta ocasión desde Albendiego, acompañado del Secretario de la localidad y rezando las Letanías de la Santísima Virgen, que rezaban los de Albendiego cuando hacían su romería, el escritor y académico de la Historia, Manuel Pérez Villamil, en cuyo relato vuelve a hablarnos de la tradición templaria en cuanto a la edificación de la ermita, sin alcanzar a aclararnos la realidad, o ficción, de la estancia en la cima de los templarios.

   Tampoco el doctor Benito Hernando quien, en una de sus crónicas viajeras, desde Pastrana, pasa por alto la visión templaria del Alto Rey, en 1895:

   “Me pareció distinguir el pico del Alto Rey, a cuya ermita de Templarios, que aún subsiste, acuden en romería, cantando (en broma), las muchachas”:

Al Alto Rey de la Sierra,
tres cosas pido,
salvación y dinero,
y un buen marido.

   Francisco Layna Serrano al hablar del tema en sus distintas publicaciones sostendrá que no a los templarios, sino a los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén se debería la  fundación de la ermita en lugar tan estratégico aunque por allí, salvo a retirarse a la meditación, no acudiese nadie.

   Por supuesto, las interpretaciones en cuanto al origen, medieval, templario o sanjuanista continúan en nuestros días, y lo continuarán haciendo en el futuro. De lo que no cabe la menor duda es que, como otras muchas montañas tenidas en el pasado como sagradas, el vecino Moncayo entre ellas, el Alto Rey atrajo, desde los más remotos tiempos, la mirada de los aldeanos de esta tierra, muy por encima del vecino Ocejón, y pocos son los pueblos del entorno que desde tiempo inmemorial, documentado desde el siglo XVI no han acudido, y aun buen número de ellos acuden, en romería a la ermita. O si no, para celebrar que hasta allí llegaron, como lo hicieron un puñado de jóvenes atencinos, de buena familia, que para demostrar que subieron, desde lo alto lanzaron una colección de fuegos de artificio que se divisaron perfectamente desde la villa.

   Tradicionalmente cada uno de ellos tenía su propia fecha señalada, ordenada por una cofradía de la que formaban parte dos o tres personas de cada uno de los concejos asistentes: alcalde, párroco y regidor.

   El pueblo de Albendiego acudía la víspera de la Ascensión abriendo las romerías, por pertenecer a la iglesia de esta población la ermita; Aldeanueva, a cuyo término municipal pertenecerían las tierras, en la Pascua de la Ascensión; Bustares y su agregado de La Nava,  el día de San Antonio, y con posterioridad lo irían haciendo el resto sin que faltasen los romeros entre la dicha festividad de la víspera de la Ascensión, y la festividad de la Exaltación de la Cruz, el 14 de septiembre. Con posterioridad los fríos y las nieves impedían, por lo general, el acceso; a pesar de que, conforme a la tradición, las puertas siempre se encontrarían abiertas y dispuestas a recibir a quien en la ermita buscase amparo, resguardo o refugio.

   De la congregación de gentes nos hablan algunas crónicas de tiempos pasados, más allá de la ya señalada subida de San Antonio que nos describió el maestro de Semillas.

   Tampoco resulta extraño, por encontrarnos en la cumbre y ser tiempo de fuertes tormentas veraniegas, que estas arruinasen no sólo la romería correspondiente, también la ermita. Lo que debió de ocurrir en numerosas ocasiones a lo largo del tiempo; y al menos en dos, en los primeros decenios del siglo XX. Una de esas ocasiones fue en los últimos días de septiembre de 1913 cuando: cayó una chispa eléctrica que provocó la desbandada.

   La ermita quedó prácticamente arruinada, por lo que Entre los pueblos limítrofes se ha abierto una suscripción para reedificarla y sustituir las imágenes”. Sustituir las imágenes puesto que quedaron calcinadas con el fuego que siguió a la chispa, encargándose la población de Albendiego de adquirir las nuevas, tornando a la ermita en 1916, cuando esta se vio completamente reconstruida, siendo la fecha de la bendición y traslación a ella de las nueva imágenes una de las ocasiones en que mayor número de personas hubo de acudir; cifrándose en más de diez mil las que ascendieron hasta la cumbre el día 11 de septiembre de 1916.




   Más si en aquella ocasión se vio derruida la ermita, una posterior, el día de la Ascensión de 1923, en la que se reunieron los romeros de Bustares, Miedes, Aldeanueva, Albendiego y una decena de poblaciones más, tuvo consecuencias mucho más luctuosas. Un rayo se llevó por delante la vida de tres o cuatro personas, y la del perro del señor Donato Gómez, de Miedes, según nos contó el farmacéutico de Hiendelaencina, don Constantino de la Torre, que allí estaba presente.

   En la década de 1940, cuando los pueblos comenzaron a perder habitantes se fue unificando la romería; primero reuniéndose varios pueblos para hacer el ascenso en el mismo día; finamente, y desde los inicios de la década de 1950, señalando un único dia en los primeros de septiembre, para llevar a cabo la romería conjuntamente entre todos los municipios. Hasta llegar a la época actual en la que, como Fiesta Tradicional, tiene lugar la víspera del primer domingo septembrino. Manteniéndose viejas tradiciones como la de depositar, en el mojón de los cantos, tantas piedrecillas como padrenuestros se han rezado en el ascenso.

   De los tiempos primitivos, en que cada pueblo acudía siguiendo el pendón y la cruz correspondientes a sus parroquias, queda igualmente la costumbre de que cada uno de los pueblos asistentes porte su pendón y su cruz, constituyendo la jornada, ambientada por el sonido de la gaita y el tambor, un día de convivencia en remembranza de un tiempo, templario o sanjuanista, que perdura en la memoria serrana.

Tomás Gismera Velasco
Guadalajara en la memoria
Nueva Alcarria
Guadalajara, 29 de agosto de 2019